La entereza no está reñida con la sensibilidad.
Ser fuerte no significa abandonar la ternura.
Al contrario, debemos rescatarla del olvido,
porque siempre nos descentra, consuela y reanima.
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Como el río que fluye a lo largo de su cauce,
como el pájaro que vuela y canta desde su nido,
así mi respiración, la atmósfera que me envuelve,
o cada uno de los latidos de mi corazón.
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De la vida lo sabemos casi todo, teóricamente,
menos vivirla con intensidad.
Y, si no la sentimos profundamente,
¿cómo vamos a compartirla, a saborearla?
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En un mundo amurallado de seguridades,
acorazado por puertas blindadas y armas,
protegido por seguros de vida,
se ha convertido, paradójicamente,
en un tiempo de sombrías inseguridades,
innumerables miedos y crueles desconfianzas.
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Cuando la oscuridad de la desilusión
me invita a mirar hacia tiempos pasados,
siempre te encuentro a mi lado,
animándome a seguir mirando adelante,
hacia el horizonte donde amanece la esperanza.
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No te dejes atrapar,
no te aferres a nada ni a nadie.
Así ayudarás a liberarse a los demás.
Y tú mismo serás más libre:
para ser, para compartir.