La aceptación de la propia vulnerabilidad
es el principio de la fuerza y la alegría interior.
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La madurez se alcanza y se demuestra
en la atención, la comprensión y la indulgencia.
Entonces la rigidez y la vanidad se desvanecen
en un hermoso cuadro de matices y colores diversos.
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Ponernos en camino supone una insatisfacción,
una búsqueda, una inquietud.
Quienes se encuentran saciados y conformes con todo,
permanecen siempre con recelos, a resguardo.
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Los milagros no son acontecimientos extraordinarios de la vida.
Los auténticos milagros suceden, nos conmueven y sorprenden
en el día a día de nuestra existencia.
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Los remordimientos vuelven siempre la mirada hacia el pasado.
La paz y la reconciliación con uno mismo
ayudan a vivir el presente con agradecimiento.
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Solo valoramos de verdad la luz del amanecer,
cuando hemos pasado por la oscuridad de la noche.