Nuestro viaje existencial no es una incierta expedición
hacia el oscuro y lejano destino de las estrellas.
Porque las estrellas ya están en la entraña
de nuestro organismo, de nuestra persona.
En ellas, en su ardiente corazón, está ya,
ha estado siempre, nuestro hogar.
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La gota de rocío al amanecer
me habla de la complejidad,
la vulnerabilidad
y la transparencia de la vida.
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Vivimos tejiendo vínculos
que nos hacen sentir,
nos ayudan a vivir
y a expandir el corazón.
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Muchas veces nos da miedo o reparo
mostrar el cariño, la ternura
que llevamos dentro de nosotros.
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Lo realmente desolador en la vida
no es perder la memoria cerebral,
sino la memoria del corazón.
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Nunca es tarde para abrir los ojos a la luz recién amanecida,
para abrir las ventanas del asombro y del corazón agradecido,
para dejarte acariciar por tu música preferida
al caer la tarde de este nuevo día...