Miradas
Al inicio de esta pandemia, que a día de hoy afecta prácticamente al mundo entero, cuando se vio la necesidad de utilizar mascarillas para evitar el contagio y no había existencias ni en las farmacias, la gente más solidaria se las ingenió para ponerse a coserlas para uso propio o para venderlas a otras personas. Las personas más solidarias, entre ellas grupos de inmigrantes, las hacían con distintos tipos de telas y las daban a un precio bajo o las regalaban.
Posteriormente se han convertido incluso en un artículo de complemento de la propia vestimenta: según a dónde se vaya así se ponen unas u otras. Muchas marcas de ropa han creado sus propias mascarillas y a precios a veces desorbitantes.
Más allá del look que aporten o no a la mujer o al hombre que la lleve puesta, lo que yo, personalmente, echo mucho de menos es no poder ver el rostro completo de esa persona: sus rasgos, sus pómulos, su boca. Es algo que nos define al gesticular, al hablar, al sonreír, al mostrar los más diversos sentimientos o los gestos que realizamos habitualmente, en distintas circunstancias o en el trato con los demás.
Pero lo que ha provocado en mí este hecho es fijarme aún más detenidamente en los ojos. Ojos verdes, azules, negros, grises… y de formas diversas, almendrados, rasgados, grandes o pequeños, saltones, caídos...
Los ojos expresan un elemento esencial de la comunicación no verbal, que se expresa mediante la mirada. Hay miradas turbias, sombrías, tristes, esquivas, vivaces. Y hay miradas luminosas, felices, asombradas, intensas, acariciadoras, apasionadas.
Hasta que llegue el día de prescindir de las mascarillas, y podamos contemplar los rostros en toda su plenitud, he decidido hacerme un experto en miradas, dejándome deslumbrar por las de quienes pasen a mi lado, o se sienten enfrente en el asiento del metro, o se encuentren conmigo, para comunicarnos con la voz y acariciarnos con la mirada.