Padre, Madre nuestra y de toda la humanidad, que estás dentro de cada uno de nosotros y nosotras. Especialmente en los más débiles, excluidos y marginados. En todo lo que palpita, respira y vive a nuestro alrededor.
Decimos tu nombre con respeto, confianza y familiaridad: Dios, Yahvé, Alá, Buda, Olorum, Krisna, Shiva… Bondad, Ternura, Liberación, Justicia… Y otros muchos nombres con los que te llaman tantas personas desde todos los rincones de la tierra.
Sentimos tus gemidos en todos los excluidos, desposeídos y empobrecidos, en toda tu creación herida. Por eso no podemos hacer otra cosa que dejarnos invadir por tu espíritu para intentar construir otro mundo más fraterno y justo.
Esa es tu voluntad: la dignidad y la felicidad de las mujeres y los hombres, el cuidado de toda la tierra: de los mares, los animales, las plantas, las montañas, los bosques…, del universo del que formamos parte.
Tú eres puro Perdón y Misericordia. Nosotros nos sentimos perdonados cuando pedimos perdón, cuando perdonamos a los demás y a nosotros mismos. Y esa liberación nos llena de alegría y de ganas de vivir.
Danos tu fuerza y tu aliento para ser más que por tener, para comprometernos en la liberación diaria del mal que hay en nosotros mismos y del que se hace a los demás, para no caer en el conformismo, en la desilusión y en el miedo, que es la falta de fe.
A ti te lo pedimos, que eres nuestro Ánimo e Impulso, nuestro Manantial, nuestra Esperanza y nuestra Paz profunda. Amén.