Han llegado de altos vuelos,
nocturnas, silenciosas,
impregnadas de tierra y de cielo,
sutiles, melodiosas.
Eran palabras de sentimiento,
eran palabras sin dueño,
eran palabras sin tiempo,
eran palabras de sueños.
Eran palabras y viento,
eran palabras de sangre,
eran palabras ardiendo,
eran palabras de hambre.
Eran palabras de miedo,
eran palabras de anhelos,
eran palabras de aliento,
eran palabras sin velos.
Eran palabras de amistad,
eran palabras de futuro,
eran palabras de ansiedad,
eran palabras sin muros.
Eran palabras, sólo palabras,
no sólo mías.
Aún siento su pálpito,
su cadencia, su armonía.
Pero antes de que se asienten,
sin culpa ni desazón,
en la memoria fría,
siento por dentro cómo me viven,
cómo se renuevan en el corazón.
Palabras vivas, compartidas.
Tuyas y mías.