Racismo infantil
Comienza con una mujer, que por su vestimenta parece africana, que se acerca a un parque infantil de Bilbao con su hijo, que lleva agarrado de la mano, y se dirigen hacia el tobogán.
Allí el niño sube tranquilo las escaleras, pero un grupo de niñas y niños al verle subir, le impiden el paso, diciéndole que se baje, que no es blanco y le insultan.
Su madre les recrimina su actitud. Entonces es cuando una madre se dirige hacia allí, sube las escaleras, parece que les dice algo tímidamente y vuelve a bajar, sin haber conseguido que los niños y las niñas modificaran su conducta. Ningún padre ni madre realiza otro intento para solucionar el problema. No aparece ninguno en la imagen.
Los niños y las niñas, al ver que nadie les recrimina nada, siguen insultando al niño negro, llegando incluso a pegarle. La madre del niño, visto que no hay otra alternativa, le dice a su niño que baje del tobogán y se dirigen hacia otro columpio del parque.
Pero aquí no termina este espantoso episodio, pues cuando el niño se sienta y se empieza a columpiar, dos niñas se bajan del tobogán y se dirigen de nuevo hacia él, le siguen diciendo que “no es blanco”, le insultan e incluso, delante de su propia madre, se acercan y le pegan de nuevo.
Al ver que no tiene ningún apoyo y para que su hijo no siga recibiendo más agresiones verbales y físicas, al final decide irse del parque con su hijo.
El odio, el rechazo, el insulto, los golpes siempre son indignantes y reprobables en cualquier persona, pero cuando hechos tan tristes y humillantes los realizan niños y niñas pequeñas, resultan aún más sorprendentes y dolorosos.
Las crueles imágenes de este vídeo me producen estas reflexiones:
1. Lo que no puedes comprender es que las madres y los padres que estaban en el parque, al oír los insultos de sus hijos e hijas, no hicieran ningún intento para impedirles que siguieran adelante con su actitud, que les regañaran, hablaran con ellos y ellas, y que si se mantenían en su postura, dejaran pasar al niño negro y les castigaran bajándoles del tobogán.
2. En las escuelas, en las parroquias a las que van a catequesis, en las asociaciones deportivas que frecuentan… es seguro que les hablan y fomentan en ellas y ellos actitudes de pacificación, diálogo, acogida, respeto al diferente. Pero cuando esas enseñanzas no tienen posteriormente ninguna aceptación en la propia familia, la posibilidad de que fructifique es casi nula.
3. Estos sucesos de xenofobia, que pensamos que deberían de estar desterrados de nuestros comportamientos, son más corrientes de lo que pensamos, tanto en las personas adultas, como en las distintas instituciones sociales, educativas, gubernamentales, religiosas…
4. Los niños y las niñas pequeñas no están capacitados para discernir, en muchos casos, lo que está bien y lo que está mal, por lo que reproducen los comportamientos que ven diariamente en sus propios familiares, en sus amigos, en la televisión, en las redes sociales…
5. No hay unas campañas gubernamentales a gran escala en los medios de comunicación, que no den lugar a ninguna duda, de la necesidad de integración y tolerancia hacia los inmigrantes y una acogida fraternal por parte de nuestra sociedad. Porque lo que nos aportan es mucho más valioso, en todos los sentidos, que los problemas que se pudieran ocasionar.
6. La contemplación de estas escenas tan denigrantes nos avergüenzan profundamente y lo sentimos como un fracaso de la sociedad en su conjunto.
7. Tenemos que seguir empeñándonos sin descanso, a todos los niveles, para que hechos como estos no se vuelvan a producir. La educación es un arma poderosa a corto, mediano y largo plazo, pero solo si lo que se enseña en el colegio se ratifica y se vivir a la vez al interior de la familia.
8. Todos nos tenemos que sentir implicados en la solución de este y otros problemas sociales, tomando una postura inequívoca contra la intolerancia, la violencia, los malos tratos, la injusticia, la exclusión… Porque, como decía Martin Luther King (del que conmemoramos en este año el 50 aniversario de su asesinato): “No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos”.