Sensibilidad
No son buenos tiempos para la ternura, la afectividad, la bondad. Porque para tener éxito en la vida, un buen trabajo, autoridad, influencia… tenemos que endurecernos, para poder enfrentarnos a cualquiera que nos lo quiera impedir, resistiendo como sea para no salir derrotados.
En medio de tanta resistencia social a la vulnerabilidad, a lo sensible y afectivo, que nos lo intentan presentar como debilidad y flaqueza, resuena en mí el eco del salmo: No endurezcáis vuestro corazón…
La sensibilidad siempre va de la mano de la amabilidad, la compasión y el cuidado. En ese itinerario que dura toda la vida, va transformando las relaciones con los demás, impregna todas las actuaciones diarias, de una ética cordial, cálida y acogedora. Una sensibilidad que nos ayuda a desarrollar una mirada libre, nunca interesada y, por eso, descubre la belleza que existe muchas veces oculta a nuestro alrededor. También el sufrimiento, el dolor, la opresión, el rechazo. Y la alegría, la fraternidad latente en los corazones, la esperanza como luz, ánimo, cercanía y empeño permanente.
La sensibilidad es imprescindible desarrollarla ante el dolor de la Madre Tierra, que gime con dolores de parto, porque es la principal víctima de nuestra sociedad actual y sus efectos sobre el medio ambiente: el cambio climático por el calentamiento global, los residuos que se acumulan hasta el infinito, la contaminación en las ciudades, en los ríos y los océanos, la destrucción de los ecosistemas, de las especies animales y vegetales… Si nos sintiéramos como parte del Todo que somos, pues nuestro ADN es el mismo que el de la Tierra y de todo el Universo, la sensibilidad volvería a recorrer nuestras entrañas y nos comprometeríamos a detener esta locura en la que andamos metidos, y que de no nos puede llevar mas que a la extinción como familia humana, si no revertimos su avance inmisericorde.
La sensibilidad nos ayuda y estimula a observar las formas de actuación necesarias, de forma personal y comunitaria, para llevar una vida buena y no una buena vida, según nos lo pretende imponer la sociedad capitalista, consumista e inhumana.
Solo seremos felices de verdad si nos deshacemos de esa armadura impostada y la cambiamos por la coraza de la bondad. Si la ternura y la afectividad se vuelve connatural e impregna nuestras relaciones. Si la delicadeza sustituye a la aspereza y la acritud. Si la sensibilidad va tomando posesión de nuestro ser en un fecundo viaje interior, desde donde alza el vuelo el diálogo silencioso. Y los rostros, tantos rostros, irrumpen, nos conmueven y estremecen, dando fecundidad a nuestra vida.
(Publicado en el libro Respira tu ser. Meditaciones. Espiritualidad para la vida, Ediciones Feadulta, Illescas 2021, pp. 25-26)