Camino por este mundo nuestro,
con la soledad a cuestas, sintiéndola
profundamente mía, intransferible,
como una segunda piel.
Soledad trenzada por finos hilos
en la paciente red del silencio,
soledad en medio de las masas,
soledad colmada de misterios.
Soledades que abrasan
llegan hasta mi más íntimo centro,
soledad poblada de vientos,
soledad habitada por cientos.
Soledad deseada, irresistible,
a veces dolorosa, impasible,
soledad para crecer desde dentro,
soledad en busca del tesoro encubierto.
Soledad del ser vulnerable y eterno,
que muestra sus manos vacías,
soledad agradecida por el don de la vida,
soledad dichosa tras sus aciertos.
Soledad como una cálida morada,
luz dentro de otra luz mayor en su seno.
Soledad de ausencias, distancias,
soledad como antesala de su infierno.
Soledad abierta a la silente palabra,
al sonido de la brisa, al viento.
Soledad repleta de clamores,
soledad para el callado sosiego.
Soledad que se deja acompañar
por la soledad de la sombra amada,
soledad inflamada por la pasión y su secreto,
soledad que será, al fin, nuestro más íntimo desvelo.