Todavía quedan hendiduras
abiertas en el duro arrecife
de la existencia,
para que la horade el destello
de un diminuto halo de luz radiante,
su misiva y su horizonte.
Todavía crepitan las ascuas
que se mantienen ardientes
desde aquel eco inicial
en el hontanar de tu corazón,
en la inmensa profundidad
de tu diáfana mirada.
Todavía te acarician los labios
las olas de la sonrisa,
y permanece en el mar de fondo
la estela de la alegría.
Una vela nívea allá, en la lejanía,
te invita a mirar más lejos,
con los ojos húmedos ante tanta belleza.
Todavía conservas un puñado de arena tibia
que te sumerge en la realidad más transparente,
en este eterno y breve instante.
Arrojas al viento la cometa del deseo,
que surca los vientos y que, a veces,
juega ensimismada con la delicada caricia,
con la suave brisa de la felicidad.