Tristeza de paso
No te entristezcas si no puedes alcanzar la felicidad de forma permanente, porque es algo imposible. La dicha se presenta de forma inesperada y se degusta solo en pequeños sorbos.
Para arrinconar la tristeza debes alimentar la alegría de vivir, que se manifiesta desde las aguas serenas y profundas de la paz interior.
Para que no te domine la tristezapiensa antes en la dicha y el bien de los demás que en el propio provecho.
Para ahuyentar la tristeza debemos conocernos a nosotros mismos, acogiendo nuestras inseguridades y vulnerabilidades, nuestros dones y cualidades, nuestra edad y nuestras goteras, y aceptando con serenidad tanto lo bueno como lo negativo que nos caracteriza.
Para librarnos de la tristeza tenemos que aprovecharnos de lo positivo que nos aporta cada circunstancia que nos toca vivir y descartando lo negativo.
Para que no nos domine la tristeza necesitamos comprometernos en la búsqueda y establecimiento de la justicia, la fraternidad/sororidad, la libertad y la paz.
Para que no nos venza la tristeza, tenemos que salir de nosotros mismos y trabajar por eliminar el dolor, el sufrimiento, el odio y la marginación que oprimen y excluyen a tantas personas en nuestra sociedad y en nuestro mundo.
Para renunciar a la tristeza es necesario sobrellevar lo mejor posible las crisis que nos acontezcan, con la mayor serenidad posible, con nuestros propios recursos y, si no nos es posible, pidiendo ayuda a los demás con confianza y humildad.
Para que no nos derrote la tristeza debemos reconciliarnos con nosotros mismos y con los demás, perdonando y dejándonos perdonar, liberándonos así del rencor y del odio.
Para que la tristeza no triunfe, hay que situar nuestra trinchera y nuestro baluarte en quien de verdad nos merezca la pena: la familia, los compañeros y compañeras de trabajo o solidaridad, los amigos y amigas…
Para que la tristeza no nos paralice, debemos seguir buscando siempre el verdadero sentido de nuestra vida, en cada momento y lugar que nos toque vivir.
Para que la tristeza no borre de nuestra mirada la pasión y el anhelo, tenemos que seguir sembrando semillas de esperanza, estrellas de ilusión y alimentando la confianza en los demás y en el futuro.
Para que la tristeza no nos encierre en nosotros mimos, debemos expandir la bondad, la ternura, el amor y el cuidado a nuestro alrededor, hacia todas las personas y la Naturaleza.
Para que la tristeza no nos vuelva ingratos y egoístas, debemos mostrarnos siempre agradecidos por tanto como hemos recibido, por lo que nos dan los demás, por todo lo que nos ofrece la vida cada día.
Para que no nos abata la tristeza debemos «defender la alegría como un estandarte, defenderla del rayo y la melancolía» (Mario Benedetti).
Y si, a pesar de todo, la tristeza persiste, si no podemos esquivarla ni vencerla, franqueémosle el acceso, dejemos que ocupe su lugar, pero dejándole claro que permanecerá ahí por un breve tiempo, pues solo está de paso…