Umbrales
Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, el significado de umbral es: Parte inferior o escalón, por lo común de piedra y contrapuesto al dintel, en la puerta o entrada de una casa. Y como segunda acepción: Paso primero y principal o entrada de cualquier cosa.
Cuando llegamos al umbral de una casa de algún familiar o de unos amigos llamamos, esperamos a que nos abran y solo después de que lo hagan, entramos.
Pero hay umbrales en la vida que son difíciles de traspasar. Unos porque no nos sentimos con fuerzas, otros porque nos conmueven y estremecen. E incluso otros en los que no hay nadie que nos invite a pasar para flanquear la entrada.
Umbrales que dan paso a una tierra sagrada, a la que solo podemos acceder si antes nos hemos descalzado, no de las deportivas o de los zapatos que cubren nuestros pies, sino de los que calza nuestro corazón, nuestra mirada, nuestras entrañas.
Son los umbrales del desgarro provocado por una enfermedad incurable, del padecimiento por una madre con alzheimer, de la pena inmensa por un familiar en paro, del desgarro por el alejamiento de un ser querido.
Son los umbrales del sufrimiento por las mujeres maltratadas; por las personas en las colas del hambre; por los mayores abandonados en soledad; por los jóvenes sin futuro, por las mujeres violadas, maltratadas, vejadas; por los trabajadores injustamente tratados y pagados.
Son los umbrales de los migrantes rechazados, devueltos en caliente, calumniados; por los menores no acompañados que son ofendidos, difamados con mentiras.
Son los umbrales ante la muerte de miles de fallecidos por Covid, en soledad, desvalidos; ante la muerte de un accidente imprevisto o de un cáncer incontenible…
Son los umbrales de los momentos de la existencia en que nos pueden las circunstancias, los problemas, la incertidumbre, el miedo, la separación, el abandono, la noche oscura del alma…
Pero hay umbrales que nos invitan a levantar el ánimo, a sentir el delicado pálpito de la alegría, a mantener viva la flor de la esperanza. Son los umbrales de la solidaridad, la compasión, la cercanía, el encuentro, la acogida, la fraternidad.
Son los umbrales que traspasan diariamente cientos, miles de personas que no se dejan abatir por las encuestas, ni por la pesadumbre, ni por la desilusión, ni por las noticias de los des-informativos:
Soy testigo directo de personas que acogen a refugiados, que les acompañan a regularizar su situación, que les ayudan a que les atiendan en la sanidad pública, que les rellenan los impresos para acceder a la legalidad.
Conozco a personas que se desviven para ofrecer cada día alimentos a otras que se han quedado en paro o que no encuentran trabajo.
Sé de la solidaridad con las mujeres que han sufrido maltrato y abusos, cómo las protegen en pisos de acogida donde se recuperan y vuelven a alzar sus miradas.
Tengo constancia de hombres y mujeres que se dejan la piel para que las personas homosexuales, lesbianas, trans… puedan salir de sus sepulcros, recuperen su dignidad como seres humanos, encontrando cariño y comprensión en distintos grupos y colectivos.
Compruebo que hay cientos, miles de personas que se juegan la vida en las aguas del Mediterráneo para salvar a quienes llegan en pateras; en las fronteras donde existen muros, vallas electrificadas y concertinas; contra el tráfico de mujeres y menores; que hacen lo posible y lo imposible para alimentar a poblaciones enteras que mueren de hambre; que buscan por todos lados solidaridad para que los empobrecidos puedan salir de su miseria; que atienden día a noche en los albergues a la gente que malvive en la calle…
Son los umbrales sagrados ante el sufrimiento. Los umbrales ante la desesperación y la desconfianza. Los umbrales del silencio ante la muerte.
Pero también los umbrales sagrados de la ternura, del cariño, de la solidaridad y la esperanza, del silencio, de la belleza, de la bondad, de la sencillez.
Los umbrales sagrados que solo podrán franquear quienes poseen un corazón inflamado por la zarza que permanece siempre encendida y, sin embargo, no se consume. Un corazón ardiente, apasionado y muy humano.