Como ángeles caídos, incapaces de elevarse sobre esta tierra umbría, sedientos, perdidos.
Algunos, tras el esfuerzo de numerosas tentativas, aceptan el sometimiento, las cadenas de la deriva.
Otros no desisten, y se esfuerzan por alzar las alas, la frente, el corazón y la mirada hacia los ecos de sus recuerdos.
Y pronuncian palabras y anhelos, que sellan y lanzan al universo, gritan y entrelazan sus alas, para no sucumbir al desaliento.
No dejan espacio a la melancolía ni a la persistente crudeza de los días, pues saben que provienen de otros cielos, por los que se desviven y empeñan sus sueños.
(Cuida con amor tus estrellas, Paulinas)