Un blanco manto de gélido silencio
se extiende por las aceras, los autobuses y los parques,
mantiene estremecidos los temores y la incertidumbre,
dificulta el sendero de la conversación detenida.
Un blanco manto de umbrío invierno
ahoga los clamores, dificulta los encuentros,
aplaza el ardor de los abrazos,
sella la noche y sus amores diferidos.
Un blanco manto de miradas apagadas,
acallados clamores, suspiros y anhelos,
alfombra las calles, junto a las ramas desprendidas
de miles de árboles cercenados, heridos.
En medio de un blanco manto de pasos inciertos,
se abre un breve e insólito destello de luz
que comparte e ilumina la sal, la mirada y la lágrima,
quizá también una leve caricia insumisa.