Cuanto más compartimos, más recibimos
«Todo nació para ser compartido, para ser entregado, para multiplicarse». (Pablo Neruda)
Los grandes medios de comunicación, por lo general, no invierten el tiempo de sus programas (salvo en contadas excepciones, por puro interés de audiencia), en difundir las noticias de personas, instituciones o asociaciones concretas que comuniquen su experiencia vital, en la que solidarizarse y compartir gratuitamente con los demás lo que son y tienen, ha llenado sus vidas, les ha reportado una profunda alegría, recibiendo en muchas ocasiones, dicen, bastante más de lo que han ofrecido.
Y es que en nuestra sociedad pretenden hacernos creer que la persona desprendida no existe, pues todo lo que se hace debe ser por algún tipo de interés. Las noticias de corrupción de uno y otro signo, en diferentes profesiones, cargos públicos, etc., nos fuerza a creer que todo el mundo es igual, que no hay nadie que se entregue a los demás sin esperar algún tipo de contraprestación a cambio.
Y, sin embargo, aunque no sea una afirmación habitual, ni se promocione este gran valor humano (por algún perverso motivo oculto), la esplendidez es lo que da el auténtico valor a la persona. Charles Darwin abrió nuestras mentes al conocimiento de la evolución de la especies, en concreto la del ser humano, pero mantenía que las especies que sobrevivían eran las de los animales más fuertes, los que lograban imponerse por la selección natural, es decir, que solo sobrevivirá aquel que tenga las condiciones para hacerlo, y el que no, será eliminado; por lo tanto la naturaleza selecciona a los más aptos, que siempre son los más fuertes y poderosos.
Dawkins llegará a hablar, siguiendo esta teoría, del «gen egoísta», pero otros grandes científicos afirman que el mecanismo fundamental del cambio evolutivo, incluso de las especies en teoría más débiles, no es la selección natural ni la mutación aleatoria, sino únicamente la capacidad de integración y cooperación para seguir existiendo y progresando como especie.
Este es el sentido que han intentado comunicar y llevar a la práctica en su existencia los grandes personajes de la historia: Buda, Sócrates, Jesús, Mahoma, Francisco de Asís, Gandhi, Martin Luther King, Óscar Romero, Nelson Mandela…
Porque cuando «somos capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquier persona en cualquier parte del mundo» (Ernesto Guevara), y respondemos comprometiendo lo que somos y tenemos, sin esperar respuesta, para eliminar las vejaciones y humillaciones de los excluidos y marginados, estamos tocando la más alta cima que puede alcanzar el ser humano.
Son también hoy quienes ven en el actual sistema económico neoliberal, egoísta y excluyente, una forma de vida egoísta e insolidaria que se debe transformar y trabajan junto a otras personas por transformarlo; quienes comparten sus preocupaciones, sus alegrías y sus problemas, quienes se abren a los demás, recibiendo gratuitamente el premio de la confianza.
Son los hombres y mujeres que perciben, en primer lugar, las necesidades de los más cercanos, e intentan darle solución, pero no se olvidan de las carencias y desigualdades que se dan a la vez en muchos lugares de nuestro mundo. Y siendo así, encuentran el verdadero sendero de la alegría, la fraternidad, la donación, la plenitud como personas.
«Felices quienes comparten sus preocupaciones, sus alegrías y sus problemas, quienes se abren a los demás, porque recibirán el premio de la confianza».
(Espiritualidad para tiempos de crisis, coed. Desclée-RD)