Cada experiencia es un fuego que nos arde cauteloso, sosegado.
Dentro de ti, de mí, crepita un mismo fuego cuyas silentes llamas convocan a una existencia encendida.
Pero también nos asolan las gélidas llamas del desaliento, que abrasan como hielo.
Cada día se alzan llamaradas que se animan y apaciguan, y tenaces procuran reavivar de nuevo las brasas veladas bajo las cenizas del anhelo perdido.
Contemplamos absortos el fuego, tantos destellos de oscuridad y fulgor, sus ráfagas intangibles en la noche…
La presencia como un fuego: la hoguera del encuentro. Ascuas de fuego en todo lo que palpita y vive.
Nacidos en el centro de una hoguera y urgidos por su resplandor, así nos conduce la vida a cada despunte del alba, prendiéndonos, de fuego en fuego.
(
Cuida con amor tus estrellas, Editorial Paulinas)