En medio del frío de la noche,
de los desahucios y la intemperie,
de las incisiones inhumanas
sobre la carne viva, herida.
Cuando se cercena el cuidado que sana,
se desprestigia el saber, la enseñanza,
se olvidan de las lágrimas
derramadas más allá de los mares.
Si se cierran las fronteras
para no escuchar el ultraje del hambre,
el color de la solidaridad,
el anhelo de vivir con dignidad.
A pesar de la codicia,
de la ambición desmedida,
del fuego que sigue cayendo
sobre tantas tierras sagradas…
siguen brillando miles de estrellas,
continúan estallando y recreándose
en nuestro firmamento,
inquietas, indignadas, altivas.
Es hora de volver a esa niña, a ese niño,
que aún permanece oculto,
latente en nuestro interior,
y que se resiste a desaparecer.
Para dejarse asombrar en cada instante,
para mantener siempre la mano tendida,
para soñar y construir un mundo nuevo,
para que la paz y la justicia no sean
una nostálgica quimera desfallecida.