Una sosegada, sutil pátina de niebla
te va ocultando tras este atardecer
de tu mirada, tus anhelos y tus años,
que se desprenden y desvanecen
como terrosas hojas de este bosque otoñal.
Se te van olvidando los sueños y los nombres,
mientras lo cotidiano adquiere nuevas sensaciones.
Ya no pretendes recorrer sendas desconocidas,
sino dejar que afloren emociones transparentes,
humedecidas por cálidas lágrimas, cristalinas.
Te es imposible saber hasta cuándo podrás continuar
haciendo memoria y depositando tus recuerdos
en esa agenda manuscrita de tu vida,
cuyas páginas concluirán con un epílogo
transfigurado en poema, suspiro y vuelo.
Hasta el último andén de tu existencia
llega el fulgor de tantas estelas trémulas.
La serenidad va ocupando el centro,
porque sabes que alguien continuará viviéndote
desde la memoria agradecida de su corazón.
Respiras hondo.
Y te abandonas al callado, íntimo silencio.
Sabes que, al fin, todo irá bien.