Un joven médico en Chiapas
Solemos realizar muchas generalizaciones a lo largo del día: todos los políticos, todos los curas, todos los profesores, todos los funcionarios, todos los empresarios, todos los parados son… Una de ellas sería la dedicada a los jóvenes: que si son egoístas, insolidarios, caprichosos, inconstantes, vagos… Yo sostengo que todas las generalizaciones son falsas, porque ningún grupo social es al cien por cien mezquino, interesado y ruin.
Es seguro que una cierta cantidad de jóvenes cumplen con alguno/s de estos adjetivos. Igual que lo son otras personas, hombres y mujeres, de cualquier edad. Pero no todo es negativo. A mí me gusta fijarme, sin negar la realidad que rodea a este colectivo tan plural, inclasificable y heterogéneo, en los jóvenes que rompen con estos estereotipos y nos muestran su lado más sensible, humano, fraternal y solidario.
Miguel Ángel es un joven médico que está realizando el MIR en un hospital madrileño. Como todos los médicos que comienzan, tiene que ir rotando por las distintas especialidades, para tener un conocimiento suficiente de todas las posibles enfermedades y patologías. Sobre todo si, como él, quiere ser médico de familia.
Él propuso a su jefatura de estudios del MIR realizar, como algo novedoso, una rotación de un mes en medicina comunitaria en la selva de Chiapas, en Méjico, se lo aceptaron y allí se encuentra desde principios de Febrero. Es un lugar totalmente aislado, donde no hay cobertura, ni wifi, en la que viven comunidades campesinas indígenas, tsotsiles, tojolabales, lacandones, tzeltales, katchiqueles… cuyos integrantes, en muchos casos, no hablan español sino solo sus propias lenguas. Y por lo tanto necesitan de un intérprete para hacerse entender cuando acuden a la consulta.
Miguel Ángel come, desayuna y cena todos los días el mismo menú que los campesinos: arroz con frijoles.
El dispensario que comparte con otra mujer médico de ciudad de Méjico, tiene lo mínimo e imprescindible para curas de primeras urgencias o un diagnóstico que se pueda realizar mediante la observación en el propio enfermo. Y formando a dos promociones de nuevos promotores con lo básico en medicina para atender a sus comunidades. No se pueden llevar a cabo ningún tipo de cirugías que conlleven un mínimo de complejidad.
No obstante, ya ha tenido que ocuparse de algo para él desconocido hasta ahora: los partos de varias mujeres. En el primer caso estuvo realizando prácticas de reanimación al bebé que acababa de nacer. Después de tres cuartos de hora, tuvo que desistir, pues el bebé había muerto. En un segundo caso la niña no estaba bien encajada, por lo que tendría que hacerse en el momento del parto algo que allí no se puede: algo tan normal en España como una cesárea. Se lo comunicó a la madre, pero ella sabe que no podrá ir hasta el hospital más cercano, porque está muy alejado de su casa y tendría que pagar un dinero que no tiene. Por lo tanto es imposible que el bebé nazca vivo con la ayuda de las parteras de la comunidad.
Lo ha pasado muy mal, al contemplar con profunda frustración, la imposibilidad de llevar a caboalgo tan natural y cotidiano en los hospitales de nuestras sociedades del Norte. No todo el mundo, en nuestro mundo tan desigual, tiene las mismas oportunidades, ni la misma dignidad, ni vale lo mismo. Solo es, en muchos casos, letra muerta en las leyes de las distintas constituciones.
Por último pudo llevar a cabo y asistir al nacimiento, al fin, de un bebé vivo y sano. Al tenerlo entre sus manos pudo compartir las lágrimas con el nuevo bebé al entrar en un nuevo mundo, después de abandonar el vientre de su madre. Fue una gran recompensa, la mejor. Aunque no pueda devolver tantas otras vidas perdidas por la injusta distribución de la riqueza, allí en Chiapas y a nivel mundial.
Aún le quedan algunos días para volver a reincorporarse a su puesto habitual en el hospital de Madrid. Seguro que nos contará otras muchas más experiencias que ha vivido. Algo se quedará de él en un lugar perdido de la Selva Lacandona. Donde la gente a la que va a visitar, mata una gallina para que el médico de España pueda comer algo de carne, algo que no hacen prácticamente nunca para ellos, y así le agradecen su labor en su tierra. Hombres y mujeres que siguen intentando sobrevivir con la máxima dignidad posible, sin pensar en el futuro, sino en el día a día, soñando con una nueva sociedad más justa, fraterna y humana.