El miedo que nos inoculan

En estos momentos de nuestra historia lo peor que podemos hacer es dejarnos influenciar por los medios que nos invitan a la desconfianza, a encerrarnos en nuestro pasado, a transmitir desilusión, a dejarnos acunar por la desesperanza, a sucumbir al fantasma del miedo.
Porque el miedo solo es falta de fe. Todo lo contrario a lo que vivió Jesús. Su sociedad no era peor que la nuestra y, sin embargo, él se embarcó mar adentro, para sanar heridas, liberar del desencanto, prometer felicidad a los oprimidos, levantar del polvo a los abatidos.
Nuestra misión hoy día es sembrar semillas de ilusión, dejando para tiempos mejores una visión pesimista del mundo en que vivimos.
Y aunque no podemos ni debemos dejar de lado la realidad, si nos dejamos atrapar por los mensajes catastrofistas, habrán sumado uno más al número de quienes se quedan al margen de la búsqueda de otro mundo mejor.
Cuando nos dejamos inocular los virus de la apatía, del desánimo, de la desconfianza y del temor ante el futuro, habrán conseguido su propósito.
Solo si nuestra mirada es capaz de traspasar la niebla de la incertidumbre que nos intentan transmitir, llegaremos a sentir la paz interior, la satisfacción personal y la libertad más profunda a la que estamos llamados.
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