A través de esta densa niebla,
mis ojos traspasan la descarnada realidad
hasta llegar a palpar lo primordial,
la esencia que nos identifica
en el mar envolvente de la vida.
Por las sendas del desamparo
he contemplado suspendidos
en las ramas resecas de la impotencia,
jirones, harapos, lamentos
en el eco callado del silencio.
Y como alivio ante tanto desconsuelo
solo me quedan las manos abiertas,
el grito desolado, la tibia mansedumbre,
la frágil esperanza arropada de abrazos.
Me pregunto para qué sirven
las palabras lanzadas al océano,
confiando que lleguen a algún destinatario,
si servirán de bálsamo y consuelo,
si lograrán que alguien eleve, adentre su mirada.
Detrás de quienes han sido arrebatados
por las sombras o el fulgor,
de su recuerdo vital, tangible,
detrás incluso de mí, ¿qué queda?
Ellos mismos en mí y yo en ellos.