No quiero
que privaticen la felicidad
que silencien la brisa y el canto
que vuelva el miedo a las calles
que sepulten los versos y el espanto.
No quiero
que precinten las puertas
que se acapare el pan y la imaginación
que nos muerda la indiferencia
que haya lunes sin ilusión.
No quiero más banderas ni fronteras
que las del corazón.
No quiero
que nos sigan engañando con falacias
que insulten con altivez y arrogancia
que subestimen desde el silencio
que arrojen solo migajas y desprecio.
No quiero
que haya más jirones sobre las vallas
que corra la sangre por la playa
que echen más sal sobre las personas heridas
que suenen a imposible sus demandas.
No quiero que emigren con dolor
las aves que nacieron de mis entrañas.