Esa monótona y tediosa mañana,
bajo un cielo gris, pesaroso,
hacía aún más rutinaria
la compañía taciturna, silenciosa
de tantos hombres y mujeres,
compañeros de viaje
hacia nuestro lugar de estudio o trabajo.
Caminando aún somnoliento,
al volver una esquina,
algo me despertó una sonrisa
y un destello cálido de esperanza
iluminó mi jornada.
Un grafiti sobre un muro impoluto
llamó poderosamente mi atención:
“Que rule el amor”.Sí, que rule, que se apodere
de nuestros corazones,
y que inunde nuestra vida
de alegría, generosidad e ilusión.