Para vivir no quiero
caminar por el filo del olvido,
sufrir el gélido viento de la indiferencia
ante el gemido de la sangre,
o la ausencia de ternura
en el fulgor extinto de mis pupilas.
Pues para vivir lo que deseo
es avanzar por la senda de la emoción,
agradecer el don inmerecido de la sorpresa
con la mirada detenida en el crepúsculo,
agradecer la presencia que me ofrece abrigo,
continuar sembrando estrellas en la oscuridad,
y mantener ardiente el anhelo del manantial
donde todo se remansa, todo se sacia.