Educar en la interioridad con canciones actuales (1)

Siguiendo el proyecto de colocar alguna vez contenidos que puedan servir para los agentes de Pastoral Juvenil, ofrecemos hoy la primera entrega de una artículo que publiqué en la Revista Misión Joven, que en 2010 cumplirá 50 años de vida.

* Educar en la interioridad con canciones actuales (J. Rojano, Misión Joven 369 [2007])

Decía hace ya unos 300 años el famoso científico y pensador cristiano Blaise Pascal que todos los problemas del hombre provienen de una sola cosa: de no ser capaz de encerrarse en su habitación una hora en silencio y reflexionar sobre su vida. Para muchos padres/madres y educadores ese es precisamente uno de los rasgos característicos de los adolescentes y jóvenes de hoy. Le tienen tal pánico al silencio que, cuando se ven obligados a estar solos, se envuelven en un continuo tapiz sonoro, ya sea en su habitación (esa música a todo volumen…) o en la calle (los cascos, el mp3…). A la hora de educar en la interioridad, ese miedo al silencio, que recuerda en cierto modo el famoso horror vacui de la antigüedad, supone un obstáculo realmente serio.

Algunas canciones comerciales actuales reflejan en sus letras esa necesidad de vivir rodeados de un permanente “ruido de fondo” (Miguel Ríos). Joaquín Sabina tiene una canción titulada precisamente Ruido:


Mucho, mucho ruido,
ruido de tijeras,
ruido de escaleras
que se acaban por bajar.
Mucho, mucho ruido,
tanto, tanto ruido.
Tanto ruido y al final...
Tanto ruido y al final...
Tanto ruido y al final
la soledad.

Ruido de tenazas,
ruido de estaciones,
ruido de amenazas,
ruido de escorpiones.
Tanto, tanto ruido.

Ruido de abogados,
ruido compartido,
ruido envenenado,
demasiado ruido.

Ruido platos rotos,
ruido años perdidos,
ruido viejas fotos,
ruido empedernido.

Ruido de cristales,
ruido de gemidos,
ruidos animales,
contagioso ruido.

Ruido mentiroso,
ruido entrometido,
ruido escandaloso,
silencioso ruido.

Ruido acomplejado,
ruido introvertido,
ruido del pasado,
descastado ruido.

Ruido de conjuros,
ruido malnacido,
ruido tan oscuro
puro y duro ruido.

Ruido qué me has hecho,
ruido yo no he sido,
ruido insatisfecho,
ruido a qué has venido.

Ruido como sables,
ruido enloquecido,
ruido intolerable,
ruido incomprendido.

Ruido de frenazos,
ruido sin sentido,
ruido de arañazos,
ruido, ruido, ruido.



La cantante cubana afincada en España Lucrecia cantaba hace tiempo un tema, Mi gente, en que expresa ese deseo de evadirse de uno mismo a través del ritmo y la música:


Mi gente quiere bailar.
Mi gente quiere gozar.
Mi gente no quiere
que le coman la cabeza.
Sin pensar sin meditar,
sólo quiero existir.
Por un momento
mi paz quiero vivir.
¡Fuera penas, fuera llantos!



En una canción mucho más reciente, Silencio de David Bisbal (cf. Misión Joven – a partir de aquí, MJ- septiembre 2007), se reconoce, describiendo una ruptura amorosa, que lo peor es enfrentarse al silencio, “tan doloroso, tan vacío y tan muerto”:


Ya no tengo palabras, de todo y de nada,
el tiempo se las llevó,
sólo queda la noche en mi interior
y este frío de amor,
y esta calma que rompe el corazón.
De esta guerra yo he sido el perdedor,
y se clava muy dentro este silencio,
eterno y mudo como el recuerdo
del amor que tu me diste.
Silencio, tan grande, tan vacío y tan muerto...
Cómo quema este dolor del silencio,
que llena cada espacio en mi cuerpo.
Cómo duele este silencio de amor.



* Proponemos trabajar con la letra de estas tres canciones, que alaban el ruido y huyen del silencio, para ver hasta qué punto el grupo se identifica con ellas o no. Un primer paso es darse cuenta de lo pobres y ridículas que resultan esas posiciones llevadas al extremo.

Está claro que para trabajar lo contrario, el valorar el silencio fecundo y la interioridad, lo mejor sería irse un mes a un monasterio o al desierto del Sahara… Pero como normalmente ese tratamiento de shock no es posible, proponemos un itinerario de trabajo basado precisamente en letras de canciones, con estos pasos: 1) reconocer el problema; 2) suscitar la pregunta por el propio yo interior; 3) ampliar la búsqueda en el propio interior hasta la apertura a la trascendencia. En todos los casos, convendrá escuchar varias veces la canción con la letra delante, subrayar frases o expresiones, comentarlas…

1. Para al menos reconocer que el ser humano actual tiene un problema con la propia interioridad, de la que suele huir con cualquier excusa, puede servir esta irónica letra de Luis Eduardo Aute, titulada precisamente Asomarse al interior (cf. MJ julio-agosto 2003):


Por fuera estoy bien, incluso parece
que nunca he sufrido,
aunque algunas veces me falle el oído,
y el fuelle también,
pero por dentro, ¡ay, por dentro...!
Por dentro mi yo es como un clon dividido
entre el alma y el gen.

Y como decía Madame Curie,
o no sé si fue Salvador Dalí:
“mejor enredarse en las redes del exterior
porque es peligroso asomarse al interior”.

Y no es por joder, pero hay quien me dice
que con este tipo aún puedo pensar
en quitarle algún hipo a alguna mujer,
pero por dentro, ¡ay, por dentro...!
Por dentro me tengo que hacer
una lipo del ser y el no-ser.

Y en cuanto a la edad, me dicen que el tiempo me ha dado un carisma más sofisticado
y acepto el sofisma, porque es la verdad,
pero por dentro, ¡ay, por dentro...!
Por dentro me parte el hachazo
de un cisma en cuarto y mitad.




2. Avanzando hacia lo positivo, hay canciones, aunque cueste encontrarlas, que pueden servir para darse cuenta de que el ser humano lleva en su interior una pregunta que le supera: “El hombre supera infinitamente al hombre” (de nuevo Pascal). Plantean el reto de la entrada dentro de uno mismo (es la vía descrita por San Agustín en su libro de Las Confesiones), y de llegar a ese centro profundo de la persona en que, según San Juan de la Cruz, habita el mismo Dios. Con Antonio Machado opinamos que “quien habla a solas espera poder hablar a Dios un día”.

Una de las mejores canciones para suscitar estas preguntas nos parece ésta de Alejandro Sanz, titulada Cuando nadie me ve, en que se plantea cómo normalmente apenas nos conocemos a nosotros mismos, y no sabemos decir quiénes somos cuando estamos a solas (o sea, cuando nadie –sólo nosotros mismos- nos ve). Pero a veces es posible interiorizar hasta llegar al “centro de nuestra existencia, donde nacen las ansias y la infinita esencia”:


A veces me elevo, doy mil volteretas,
a veces me encierro tras puertas abiertas,
a veces te cuento: ¿por qué este silencio?
y es que a veces soy tuyo y a veces del viento.

A veces de un hilo y a veces de un ciento
y hay veces, mi vida, te juro que pienso:
¿por qué es tan difícil sentir como siento?
Sentir - ¡cómo siento! - que sea difícil.

A veces te miro y a veces te dejas,
me prestas tus alas, revisas tus huellas,
a veces por todo aunque nunca me falles,
a veces soy tuyo y a veces de nadie,
a veces te juro de veras que siento,
no darte la vida entera,
darte sólo esos momentos
¿por qué es tan dificil?...
Vivir sólo es eso... vivir sólo es eso...
¿por qué es tan dificil?

Cuando nadie me ve puedo ser o no ser,
cuando nadie me ve pongo el mundo del revés,
cuando nadie me ve no me limita la piel,
cuando nadie me ve puedo ser o no ser,
cuando nadie me ve.

A veces me elevo, doy mil volteretas,
a veces me encierro tras puertas abiertas
a veces te cuento por qué este silencio,
y es que a veces soy tuyo y a veces del viento.

Te escribo desde los centros
de mi propia existencia
donde nacen las ansias, la infinita esencia,
hay cosas muy tuyas que yo no comprendo,
y hay cosas tan mías, pero es que yo no las veo,
supongo que pienso que yo no las tengo,
no entiendo mi vida, se encienden los versos
que a oscuras te puedo, lo siento no acierto,
no enciendas las luces que tengo
desnudos el alma y el cuerpo






Menos profunda, pero más asequible para adolescentes, es la canción Esta Soy Yo, de El sueño de Morfeo (cf. MJ julio-agosto 2006), en que la cantante –sí, Raquel del Rosario, la novia de Fernando Alonso, para los amigos del famoseo…- reconoce ser un misterio para sí misma:


Esta soy yo, esta soy yo.
Dicen que soy un libro sin argumento
que no sé si vengo o voy
que me pierdo entre mis sueños.
Dicen que soy una foto en blanco y negro,
que tengo que dormir más,
que me puede mi mal genio.
Dicen que soy una chica normal
con pequeñas manías que hacen desesperar,
que no sé bien dónde está el bien y el mal,
dónde está mi lugar.

Y esta soy yo asustada y decidida
una especie en extinción, tan real como la vida.
Y esta soy yo ahora llega mi momento
no pienso renunciar, no quiero
perder el tiempo.
Y esta soy yo, y esta soy yo…

Dicen que voy como un perro sin su dueño,
como barco sin un mar,
como alma sin su cuerpo.
Dicen que soy un océano de hielo
que tengo que reír mas
y callar un poco menos.
Dicen que soy una chica normal…

Y esta soy yo…
No soy lo que tú piensas, no soy tu Cenicienta,
No soy la última pieza de tu puzzle sin armar.
No soy quien ideaste, quizá te equivocaste,
Quizá no es el momento.




También es interesante la canción Esperando un milagro de Los Ronaldos, en que se reconoce que no basta vivir perdido en el exterior, porque “no sé, algo me falta”, y sobre todo, porque todos llevamos una luz plateada en la mirada (¡hermosa metáfora!) que delata nuestra riqueza –aunque sea conflictiva- interior:


Qué bonitos los amaneceres,
qué bonitos los atardeceres,
qué bonitos el azul y el verde,
qué bonito, le gusta a la gente.

Pero a mí, no sé, algo me falta,
sin darme cuenta hablo en voz alta,
veo tus lágrimas diamante
con esa luz tan brillante…
El aire se ha quedado parado,
y yo estoy aquí, esperando un milagro.

Entiendo que a veces la vida es tranquila,
entiendo que a veces aniquila,
entonces respiro muy fuerte,
más que nunca me alegro de verte,
tenerte aquí a mi lado, me quedo contento
y callado, admirando la luz plateada,
que llevamos en la mirada…


(... Continuará...)
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