Jóvenes y botellón: de ayer a hoy
Por eso he querido incluir hoy en el blog dos textos con un enfoque algo distinto, por si hacen reflexionar a alguien. Uno es reciente, del director de Vida Nueva. El segundo lo escribí yo hace ya unos cinco o seis años. Me ha llamado la atención al releer éste último que las cosas sigan desesperantemente igual, sólo que algo peor.
Jóvenes y botellón, la doble cara, Vida Nueva,
por Juan Rubio- Director de Vida Nueva
"Perdí la frase, pese a mi costumbre de atril y lápiz. La leí mientras una verbena de alcohol y gritos rompía la noche y mandaba destellos de agresividad contra policías en un pueblo madrileño, como podía haber sido en cualquier zona de copas de Sevilla, Valencia o Granada. También pasó en el viejo Malasaña madrileño hace unos años. No son mendigos ni gamberros, sino jóvenes goodlooking disfrutando en el corazón de la noche. Y no son todos, pero cada vez son más. Blancos de día, negros de noche; modélicos de día, rastreros de noche. Metamorfosis kafkiana. Voy a la frase que olvidé anotar y que venía a decir que toda maldad es un deseo de libertad. La manzana del Edén. Jóvenes esclavos que buscan libertad en la noche abierta. Responsables todos, porque todos pusimos en ello las manos. No es la hora de las cuotas de responsabilidad, sino de los grados de la misma. La libertad se cuaja en el compromiso. Lo que parece anécdota, es paradigma. Y me quedo mirando la cruz que desde Madrid recorrerá España preparando la Jornada Mundial de la Juventud de 2011. Una oferta de libertad y gracia, una oferta para los jóvenes. El Evangelio encierra esa fuerza capaz de buscar la libertad sin que la maldad ande de por medio. Empezar a contemplar la juventud como problema es comenzar mal un camino de acompañamiento. Encarar a adolescentes y jóvenes desde el miedo para mantener la “paz social” no es otra cosa que sembrar vientos. Hay un mundo amplio, generoso, abierto en sus corazones, que es el mundo que hay que cultivar con propuestas y buenas caras.
---Hasta aquí el texto de Juan Rubio---
¡Botellón!
Jesús Rojano, publicado en el Boletín Salesiano
Desde hace ya unos años se ha ido poniendo de moda entre los jóvenes y adolescentes españoles el llamado “botellón”. Ya se sabe en qué consiste: un grupo más o menos grande de amigos/as compra en el “super” - o donde sea más barato y se lo vendan- unas cuantas botellas de bebidas alcohólicas y refrescos, todo se mezcla y se consume el “calimocho” (o como se llame la mezcla resultante) en alegre camaradería, en cualquier parque, plaza o calle que se preste a ello. Según ellos, así se lo pasan mejor, pueden hablar de sus cosas mientras beben y, lo último pero no menos importante, se gastan menos dinero, que a muchos no les suele sobrar.
¿Problemas derivados del “botellón”? No hace falta ser un lince para verlos. Por un lado, la cantidad de alcohol que algunos/as ingieren se dispara de modo descontrolado; y por otro, la acumulación de desperdicios, ruidos, jaleos y movidas varias en los lugares públicos convertidos en bar improvisado molestan al resto de ciudadanos que vive en los alrededores del “botellódromo”.
“¡Pues algo habrá que hacer…!”, claman algunos ante los innegables problemas que acabamos de describir. Y ese “algo hay que hacer” se convierte, por ejemplo, en iniciativas como la que se lleva a cabo por el Ayuntamiento de Madrid, que envía a educadores o mediadores sociales que acuden de noche junto a los grupos de jóvenes que hacen “botellón” y les llevan un mensaje clarificador: “No os paséis con la bebida”, o mejor, en móvil-idioma: ”No-t-pases”. Supongo que no hace falta decir al lector que los chicos/as no hacen demasiado caso a los sufridos mediadores. Pero las cosas no quedan ahí. En un segundo momento, las cosas se ponen peor, como ha pasado recientemente en el madrileño barrio de Malasaña (podríamos hoy leer POZUELO): el ruido y la bronca llegan a mayores, los vecinos que los sufren llaman a la policía… y ya tenemos montada la batalla campal entre jóvenes botelloneros y antidisturbios. Ya estamos en la segunda fase del “Algo habrá que hacer”.
Me parece a mí que las soluciones no van por ahí. Como nos recuerda, por ejemplo, el pensador alemán Jürgen Habermas, hablando de la crisis cultural actual de Occidente, todo análisis precipitado confunde las causas con los efectos, los síntomas con la enfermedad… El botellón, como otras modas más o menos pasajeras, es sólo un síntoma, y la enfermedad de fondo es mucho más profunda. ¿Qué valores transmite de verdad la educación actual a los/as jóvenes -no sólo la escolar, también la social, familiar, la de los MCS, etc.-? Se les ha enseñado que el motor de la sociedad es el económico: el máximo rendimiento con la mínima inversión y que hay que disfrutar de la vida (Carpe diem!). Estamos en una sociedad que nos invita continuamente al consumo de sensaciones fuertes y rápidas, una “sociedad vivencialista”, según el sociólogo alemán Gerhard Schulze. En realidad, demuestran haber aprendido bien: el botellón consigue los mismos efectos a un precio mucho más barato, gracias al ahorro en inversión, al comprar las botellas en un supermercado o en un “Todo a 100” en vez de un pub. A lo mejor, en vez de enviarles mediadores que les digan que no beban o a los antidisturbios, la sociedad debería ofrecer más y mejores actividades y valores a las generaciones jóvenes, y demostrar con el ejemplo, no con palabras que poco dicen, que hay otros valores aparte de hacer dinero y pasárselo muy bien como sea. Es decir, ir a las causas más que a los efectos, si de verdad que se quieren soluciones reales y profundas.