Todo cambia… ¿o no? En la muerte de Mercedes Sosa.
Hoy quiero reproducir, como pequeño homenaje, la letra de la canción que me resultó siempre más sugerente entre todas las que compuso. Supongo que serán muchos los que coincidirán en esta elección. La letra es una bella poesía del chileno Julio Numhauser. Se puede escuchar aquí.
Todo cambia
Cambia lo superficial
cambia también lo profundo
cambia el modo de pensar
cambia todo en este mundo
Cambia el clima con los años
cambia el pastor su rebaño
y así como todo cambia
que yo cambie no es extraño
Cambia el mas fino brillante
de mano en mano su brillo
cambia el nido el pajarillo
cambia el sentir un amante
Cambia el rumbo el caminante
aunque esto le cause daño
y así como todo cambia
que yo cambie no extraño
Cambia, todo cambia
Cambia, todo cambia
Cambia, todo cambia
Cambia, todo cambia
Cambia el sol en su carrera
cuando la noche subsiste
cambia la planta y se viste
de verde en la primavera
Cambia el pelaje la fiera
cambia el cabello el anciano
y así como todo cambia
que yo cambie no es extraño
Pero no cambia mi amor
por más lejos que me encuentre
ni el recuerdo ni el dolor
de mi pueblo y de mi gente
Lo que cambió ayer
tendrá que cambiar mañana
así como cambio yo
en esta tierra lejana
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Cambia todo cambia
Pero no cambia mi amor...
Esta canción es, en realidad, una hermosa metáfora del sentido de la vida humana. Queramos o no, todo cambia. Nada hay permanente. Cuanto más nos aferremos a conservar el pasado, antes se disuelve como polvo entre nuestros dedos. Al final, según la letra, sólo podemos conservar un amor, uno solo. El resto cambiará y pasará. En el caso de Mercedes Sosa, que tuvo que vivir exiliada muchos años, lo único que “no cambia es su amor, por más lejos que se encuentre, ni el recuerdo ni el dolor de sui pueblo y de su gente”. Quizá por eso tantos argentinos se encontraron tan huérfanos el pasado día 4.
Oyendo de nuevo esta canción al recordar a Mercedes Sosa el otro día, no pude por menos de pensar en las actuales tribulaciones de nuestro cristianismo europeo y español. ¡Cuántas ansias de que las cosas no cambien! O de que cambien marcha atrás, para retroceder siglos. Sin embargo, eso es imposible. Los cristianos europeos debemos aceptar que las cosas han cambiado y van a seguir cambiando. En tiempos de modernidad tardía han de cambiar los modos de vivir y ser Iglesia, y de evangelizar, y de celebrar la fe. Como en la canción de Mercedes Sosa, sólo podemos conservar un punto fijo sin cambiar, que en nuestro caso debe ser nuestro amor y fidelidad a Jesucristo. Pero no a la cultura pasada, ni siquiera a la actual. Si no aceptamos que la vida cambia, y nosotros con ella, lo vamos a pasar muy mal. Y no seremos fieles al Espíritu, que sigue soplando donde quiere y nos espera siempre más adelante, siempre varios pasos más allá de lo que esperamos, en el futuro. Porque Dios no es un Dios de muertos sino de vivos, y los vivos cambian. Sólo lo que está muerto deja de cambiar y evolucionar.