Una fe no autorreferencial

Publicado en el Boletín Salesiano, en una columna mensual sobre el Año de la Fe:

UNA FE QUE NO SE ENCIERRA EN SÍ MISMA

Todos los años, en la fiesta de la Ascensión, escuchamos una lectura de los Hechos de los Apóstoles que cuenta cómo, tras perder de vista a Jesús, los discípulos se quedaron quietos, mirando al cielo. Entonces escucharon una voz que les llamaba a espabilarse: “¡Galileos!, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Este que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo (Hch 1,11).

Sí, pero hasta ese momento, la tarea de sus discípulos es “ir por todo el mundo y anunciar el Evangelio” (Mt 28,18-20). No pueden quedarse encerrados en sí mismos. A su manera, lo explicaba así el poeta León Felipe:

Aquí vino...
y se fue
Vino, nos marcó nuestra tarea
y se fue.

Tal vez detrás de aquella nube
hay alguien que trabaja
lo mismo que nosotros,
y tal vez
las estrellas
no son más que ventanas encendidas
de una fábrica
donde Dios tiene que repartir
una labor también.


Precisamente esa es una de las preocupaciones principales del papa Francisco. Hemos conocido, a través del Cardenal de La Habana, Jaime Ortega, el resumen escrito de una intervención del nuevo papa en las reuniones de cardenales previas al cónclave de marzo. El entonces Cardenal Jorge Mario Bergoglio habló de la necesidad de que la Iglesia salga de sí misma y ofrezca a todos el evangelio. Estas son sus palabras, según el resumen manuscrito citado, con un breve comentario nuestro después de cada párrafo:

1.- “Evangelizar supone celo apostólico. Evangelizar supone en la Iglesia la parresía (que significa valentía, valor) de salir de sí misma. La Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria”.

El papa Francisco retoma un tema que atraviesa toda la Biblia: para escuchar y obedecer lo que Dios nos pide (que es una buena definición de la fe), hay que salir de nuestra propia tierra, de nuestras seguridades, como hizo Abrahán, como hizo Moisés, como hizo el mismo Jesús cuando deja su casa, es bautizado por Juan y comienza su misión. Y salir para ir ¿a dónde? Pues lejos del propio mundillo seguro y limitado, ir lejos, a “territorio comanche”, acercarse a las periferias, tanto geográficas como existenciales. Por eso, la fe que se encierra y se guarda en el pequeño círculo de los que ya somos cristianos, se apaga y se debilita. El miedo y el exceso de prudencia nunca es buen consejero para la fe. “Lo que no se da, se pierde”, solía decir Teresa de Calcuta. Pues de eso se trata.

2.- “Cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar deviene autorreferencial y entonces se enferma (como le pasa a la mujer encorvada sobre sí misma del Evangelio de Lucas). Los males que, a lo largo del tiempo, se dan en las instituciones eclesiales, tienen raíz de autorreferencialidad, una suerte de narcisismo teológico. En el Apocalipsis Jesús dice que está a la puerta y llama. Evidentemente el texto se refiere a que golpea desde fuera la puerta para entrar… Pero pienso en las veces en que Jesús golpea desde dentro para que le dejemos salir. La Iglesia autorreferencial pretende a Jesucristo dentro de sí y no lo deja salir”.

El gran mal de la Iglesia ahora, según Francisco, es hablar todo el tiempo de sí misma y de sus pequeños problemas de andar por casa: nombramientos, búsqueda desesperada de cargos, grupos que no tragan a otros grupos, cotilleos de sacristía… Creo que a eso se refiere con la palabra autorreferencialidad. Nuestra fe así se va empobreciendo y asfixiando.

Esta palabra del papa me recuerda una frase escrita en otro contexto, pero que viene como anillo al dedo. Me refiero a la descripción que hace Carmen Laforet en su novela Nada, cuando dice de unos personajes, que parecen precisamente la encarnación misma de la autorreferencialidad, que “eran como pájaros envejecidos y oscuros, con las pechugas palpitantes de haber volado mucho en un trozo de cielo muy pequeño”.

Jesús nos pide, según Francisco, que le dejemos salir al mundo exterior, que volemos a cielo abierto, allá donde viven las personas normales de hoy, sobre todo las que sufren por cuestiones diversas. Entonces nuestra fe respirará un aire más saludable, y se robustecerá, aunque sea a base de coscorrones. Como conclusión, dejemos que sean las palabras siguientes de Francisco las que nos sirvan para terminar:

3.- “La Iglesia, cuando es autorreferencial, sin darse cuenta, cree que tiene luz propia; deja de ser el mysterium lunae y da lugar a ese mal tan grave que es la mundanidad espiritual (según De Lubac, el peor mal que puede sobrevenir a la Iglesia): es vivir para darse gloria los unos a otros. Simplificando, hay dos imágenes de Iglesia: la Iglesia evangelizadora que sale de sí; la Dei Verbum religiose audiens et fidenter proclamans (o sea: que escucha atentamente y proclama fielmente el Evangelio), o la Iglesia mundana que vive en sí, de sí, para sí. Esto debe dar luz a los posibles cambios y reformas que haya que hacer para la salvación de las almas”.

Jesús Rojano
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