La noche y los jóvenes

No es ningún secreto que si se cayera el techo de su casa un viernes o un sábado por la noche a la mayoría de los jóvenes no les ocurriría absolutamente nada, por la sencilla razón de que no les pillaría allí. De un tiempo a esta parte, se puede decir lo mismo de las noches de los jueves, al menos para muchos universitarios.

¿Por qué les gusta tanto a la mayoría de los jóvenes salir de noche y no recogerse hasta el amanecer? A propósito de esto, queremos citar un artículo que Joan Carlos Surís escribía en La vanguardia en 2004, titulado precisamente ¿Por qué atrae tanto la noche a los jóvenes? Da algunas pistas acertadas para la interpretación de este fenómeno:

“La adolescencia es la transición entre la infancia y la vida adulta. Suele empezar con la pubertad (o, como me decía un padre, cuando tu hijo o tu hija empiezan a cerrar la puerta de su habitación) y acabar cuando se logra la independencia emocional y económica de los padres. En este recorrido para llegar a la edad adulta, uno de los hitos es empezar a salir de noche. Para los jóvenes, la oportunidad de salir por la noche es un hecho diferencial importante con respecto a los niños, un paso más en el camino de hacerse mayores y entrar en el mundo de los adultos. De hecho, es la conducta que siguen sus principales modelos adultos (sus padres): irse a la cama a la hora que les apetece. Pero, además, la noche también tiene unos ingredientes dignos de un guión de Hollywood: a una medida de aventura, añádase una dosis de misterio, unas gotas de prohibición, una cucharada de secreto, un pellizco de canallismo y un aroma místico... También hay que reconocer en favor de los jóvenes que hay ciertas actividades propias de su edad (los conciertos por ejemplo) que sólo se dan por la noche y que gran parte de la oferta lúdica más atractiva que se les ofrece hoy en día es mayoritariamente nocturna. Asimismo, si el día se asocia al trabajo o a la escuela y a las obligaciones cotidianas, la noche se asocia a la libertad. Por un lado, no están bajo la tutela de los padres (que están durmiendo o, al menos, lo intentan), lo que les permite ser ellos mismos y encontrar su sitio en este mundo. Por otro, están fuera del horario escolar (los profesores también intentan dormir) o laboral y no tienen que levantarse a una hora predeterminada al día siguiente. Finalmente, hay menos control y más posibilidades de poner a prueba o rebasar los límites impuestos, otro de los hitos de la adolescencia”.


A veces los educadores e instituciones sociales hacen de necesidad virtud e intentan que, ya que es imposible que renuncien a la noche, al menos no incurran en comportamientos conflictivos o peligrosos para ellos o su entorno. Así, desde hace tiempo, existen diversas iniciativas para ofrecer a los jóvenes en ayuntamientos o asociaciones educativas diversas modalidades para pasar la noche con otros chicos y chicas, entretenidos con actividades lúdicas y deportivas provechosas. En ambientes salesianos también hay inciativas de este tipo, como la que se lleva a cabo desde hace años muchas noches de viernes en los Salesianos de Triana.

Sin embargo, no todos están de acuerdo con dicha opción educativa, o al menos piensan que sólo es un mal menor. El sociólogo Javier Elzo, especialista en el estudio sociológico de adolescentes y jóvenes, es de esa opinión. Piensa que, sin querer, se agranda un problema educativo serio, que es la falta habitual de convivencia entre jóvenes y adultos, incluyendo aquí, obviamente, a sus padres y educadores. No sólo hay en la actualidad la típica lejanía intergeneracional, sino de hecho una imposibilidad casi física de tener horarios similares que faciliten el diálogo. Se podría aplicar aquí una comparación con el famoso dicho de Epicuro sobre el ser humano y la muerte: si está ella, no estoy yo; si estoy yo, no está ella… Así, de jueves a domingo, si están levantados los jóvenes, están acostados los adultos; si están levantados los adultos, están acostados los jóvenes… Este dato es mucho menos anecdótico de lo que parece. Viene a decirnos que en el tiempo libre, que sigue siendo el más apto para una convivencia serena y rica, hay casi imposibilidad física de encuentro y diálogo.

En realidad, en nuestra sociedad, cada vez más, adultos y jóvenes llevan vidas paralelas. Esto se ve sobre todo, como hemos indicado, durante el fin de semana o las vacaciones. El sociólogo Jean Baudrillard dijo ya hace tiempo que en Francia había tantos problemas y conflictos en las escuelas porque era ya el único sitio en que durante horas tenían que convivir y contrastarse jóvenes y adultos (en ese caso, profesores y alumnos). Y creo que no andaba desencaminado del todo. Ojalá entre unos y otros seamos capaces de buscar fórmulas para favorecer dicha convivencia, en la que todos tendrían mucho que ganar y aprender unas generaciones de otras. Entre tanto, quizá esas iniciativas que buscan educar y facilitar redes de protección preventiva en ese tiempo de la noche, tendrán que ser apoyadas y aplaudidas, aunque sean un mal menor, porque con frecuencia lo bueno es enemigo de lo mejor.
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