Candelas a la Virgen de la Candelaria ©

Hace unos días mi mujer me propuso rezar el rosario acompañando por Radio María a un grupo que lo transmitía. Sorpresa fue oir que las avemarías las empezaban así: Dios te salve, María, el Señor es contigo... Sin decir antes: "llena eres de Gracia". Esta omisión es una novedad para los españoles y privativamente extraña a una emisora mariana; es decir, católica. Yo no sé si don Luis Fernando de Prada, director en España de Radio María, se habrá enterado o si, tal vez, la transmisión de semejante rosario será otro "tributo ecuménico" más, para agrado de alguna respetabilísima secta luterana de las que se han afincado en la ex-católica España... Lo que señalo es que en aquella retransmisión la Virgen Madre de Dios dejó de ser "la llena de gracia".

Otra de estas bromas se produjo, hace ya siglo y medio, en el Ave María, de Gounod. El católico Charles Gounod (París 1818 - Saint Cloud 1893) compuso la música sobre su letra católica, y nadie puede pensar que del texto que le inspiraba fuera a omitir, precisamente él, que María Santísima es la Madre de Dios. Pero, como es sabido, nada de eso ocurrió, ya que en sus partituras originales se puede leer que la segunda parte dice: "Sancta - Maria / Mater - Dei / María / ora - pro - nobis / nobis - peccatoribus..."

Pasó que a un importante editor de la época, Alphonse Leduc (Nantes 1804 - Paris 1868), se le ocurrió quitar lo de Madre de Dios para hacerla aceptable a un público protestante y, de esta manera, mucho más vendible. Marketing que determinó su general interpretación para todos los auditorios. Mas, para los católicos, esta ocultación de la maternidad divina de la Virgen María induce al inconsciente despojo del dogma esencial del cristianismo. Justo el que marca y distingue a Jesús como Dios hecho hombre. Dicho sea aparte de que también fue una ingerencia en el motete de Gounod.

Todavía hoy los herederos o sucesores del editor Alphonse Leduc siguen en su negocio editorial al que añadieron catálogos de música y canciones coránicas y judías.

Hay muchas anécdotas parecidas que ilustran el constante ataque a nuestros principios religiosos. ¿Por qué será? Pues porque, desgraciadamente, un gran porcentaje -más de las cuatro quintas partes-, de nuestro clero, alto y bajo, no tiene ya formación teológica, histórica ni catequética que les una a las fuentes de nuestra fe. Y es que todo el estamento eclesial, todo él, desde el Concilio Vaticano II está inficionado de la herejía general sembrada por los enemigos del cristianismo. Que todos son "curas y frailes del Concilio", "obispos del Concilio", "cardenales del Concilio", "teólogos del Concilio" y ninguno ya de la Iglesia, en razón de su ruptura con la tradición. No a vuela pajas Pablo VI condecoró el Concilio del Papa Bueno, como tan importante o más que el de Nicea. Aquél del dogma de la divinidad de Cristo.

A más de medio siglo de su clausura constatamos, apoyados en las realidades visibles, que el papa Montini habló con seguro conocimiento de causa. ¿Cuantos católicos creen hoy lo que creyeron aquellos de Nicea que citó el papa Montini?



Recordemos la triple distinción del catolicismo.

Frente a las sectas hijas de la obispesa visitada por Francisco, en Suecia, y frente a los 'carismas' postconciliares, nuestras diferencias se fundamentan en:

- la encarnación del Hijo de Dios. Por tanto, que Santa María fue Madre de Dios desde que aceptó la propuesta del Arcángel Gabriel;

- la Eucaristía, instituida por Jesucristo. Cordero sacrificado en los altares, y en su comunión destruido como víctima y promesa de vida eterna;

- que la misa católica es el Sacrificio grato a Dios según el rito del Sumo Sacerdote Melquisedec -con pan y vino- en ruptura con el de Aarón.

Son tres pilares de nuestra fe que los protestantes borraron de su alma y de su mente.

De estas tres distinciones que junto a las obras asociadas nos religan con Dios, quiero en este post participar la importancia de la Virgen María en el plan redentor de Dios. Y por qué los protestantes, los acatólicos y los judaizados la menosprecian.

Alguien se preguntará, y yo me pregunto, por qué me meto en estos berenjenales.

A lo cual contesto que porque pensar en ello excita mis entendederas y las de muchos católicos con un pie en el precipicio de la apostasía y el otro en una pastilla de jabón. Para comprender y para abrazar esta fe inigualable es de importancia principal saber -al menos algo- lo que significa el misterio de la Elección, la Anunciación y la Encarnación de Dios en el seno y la persona de María Inmaculada.

¿Qué buscó Dios Creador cuando eligió o segregó a la nación judía?

Esta es mi pregunta de arranque: ¿Qué vio Dios en los judíos?
Por lo que nos dice la Historia Sagrada sabemos que Israel fue escogido para una misión de doble soporte: el carnal o étnico y el religioso. Un soporte humano al Mesías prometido, como única vía de regreso al Padre, a un pueblo dedicado al único Dios; esto es “los suyos”. Igual que Adán surgido del barro por el aliento de Dios, el nuevo Adán, Jesús, surgiría del cuerpo de la Virgen.

Lo que a Dios conquistó del pueblo hebreo, fue la lealtad de Abraham mostrada en la disposición de ofrecerle a su hijo Isaac, en sacrificio que finalmente el mismo Dios abortó. Pero la decidida entrega de su primogénito, el deseado heredero de su patriarcado y riquezas, aquel hijo regalado por Dios en el vientre de la estéril Sara, saldó el revés con Adán y Eva. Y así, el sacrificio de Isaac, aun si no consumado, mereció para su descendencia la promesa de pueblo elegido en el plan de redención que se cumpliría con Jesús.

Para tratar de explicarme me remitiré en atrevido resumen a los textos que me lo enseñaron.

Los hebreos o, más tarde, judíos (1) fueron segregados de la variedad de pueblos para dar al Mesías-Salvador, JesuCristo, un soporte de carne y hueso adecuado. Jesús, cual nuevo Adán, debería unirse al primero por vía de generación humana, por la línea de David, Jacob, Isaac, Abraham. (2)

Por encima de lo racial los judíos tenían que cumplir el papel religioso de aceptar al Mesías esperado, Jesús. De lo cual Israel sólo cumplió la parte menos comprometida, la étnica, y falló en el reconocimiento de Cristo al que desecharon y dieron al poder romano para que lo mataran. Dios a los judíos les hizo una promesacondicionada: Si guardas mi alianza... (Ex 19, 5) Esta misión del pueblo judío, misión de soporte étnico, se cumplió cabalmente en el seno de la Virgen María, «de la casa -de la estirpe- de David». (Lucas 1, 27) Y se continuó en espíritu por la fe de la Iglesia en la divinidad de Jesús. Israel no la guardó porque prefirió olvidar que el objeto de esa alianza era recibir al Mesías. «(…) el fin de la ley es Cristo-Jesús», enseñaba San Pablo. (Rom 10, 4)
.

Llamaré pueblo mío al que no es mi pueblo. (Os 2, 25)

De esta manera, en la Virgen pudo cumplirse el proyecto de encarnación dado que, perdido el espíritu religioso, el pueblo judío perdió el ser destinatario. En la Santísima Virgen se cumplió plenamente el plan de Dios. Porque, dicho de otro modo, si lo esencial era el plan de redención y no lo aceptaron, la nueva vía de acceso a través del soporte corporal de la Virgen se cumplió con la obediencia docente de los Apóstoles. El cordobés Maimónides, el judío anticristiano más importante de su tiempo, insistía en que la permanencia de Israel descansa en la esperanza del Mesías.

Gracias a la Virgen María, la Hija Santa de Israel, pudo cerrarse el plan de salvación de la raza humana, deseo de la Trinidad que intervino directamente en ella. (Y ahora dicen que no es llena de gracia?) La paradoja, la terrible paradoja, de los judíos es que teniendo «la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas y los patriarcas, de quienes procede Cristo según la carne» (Rom 9, 45), finalmente despreciaron al Mesías y a la doncella que nos lo dio en su estirpe davídica.

Entra aquí en escena –dice el P. Alfredo Sáenz- el gran tema de la “transferencia” del pueblo judío al pueblo de los gentiles. Pero creo que, para mí, es asunto peliagudo traspasarlo a este post. Lo mejor me parece repetir con San Juan que a los que creen en el nombre de Cristo, sean de Israel o de la gentilidad, se

[…] les dio potestad de ser hijos de Dios;
los cuales no de la sangre,
ni de la voluntad de la carne,
ni de la voluntad del hombre,
sino de Dios nacieron.
Y el Verbo se hizo carne,
Y habitó entre nosotros

[…]


Porque la ley por mano de Moisés fue transmitida, pero la Gracia y la Verdad nos fue dada por mano de Jesu-Cristo. (Gal 3, 19 y ss)

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(1) Génesis 12:1-3. Israel es el nombre nacional en que se reconocen como pueblo o nación, no estado, los hebreos y/o judíos. "Hebreo" califica a todo aquél que se siente o es miembro o descendiente de Abraham. Y se tiene, sin suficiente argumento, como sinónimo de israelita y judío.

(2) P. Alfredo Sáenz, SJ.- El Misterio de Israel y de las Naciones.- Asociación Pro-Cultura Occidental, A.C.-Guadalajara, México.
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