Excrecencias separatistas (II) Epidemia general liderada por Cataluña ©
Algunos proponen que, ya puestos a hacer de la historia legitimación de todos los desmanes, ¿por qué no retroceder hasta lo más relevante y asentar en la costa mediterránea una colonia cartago-fenicia -con sus leyes y fiscalidad semitas- y esquilmar así más directamente a los españoles? En verdad eso es lo que han practicado ya "las familias" - ¿qué familias? - que se sienten dueñas perpetuas de todo. Desde el barrio a la ciudad, de ésta a la región, de la región a los "paisos" y de estos, si se les dejara, al sur de Francia y, por qué no, Cerdeña y los confines del Mediterráneo. Basta visitar Montserrat para descubrir su peculiar uso de la Historia.
Eso de los fenicios en la costa, poca novedad ofrecerá a quienes rebautizaron al Barcelona, C.F., que es más-que-un-club, con el nombre de Amilcar Barca.
¿Y qué decir del clero? Creo que en los siglos venideros constará que los obispos catalanes tuvieron un protagonismo muy activo -¡entusiasta!- en este derrape de desarraigo con España. Algo muy poco romántico por las prebendas de sus ideológicos prelados. Aparte de la ruptura con la tradición (*) diseñada para la nueva Iglesia española sobre el reclamo anti-franquista dictado por Juan XXIII a la autoridad eclesial de España.
Dividirse para morir
Cualquier español instruido se preguntará el porqué de esta pasión por las taifas despilfarradoras contra la esencia de nuestra raza, todavía muy rica en realidades de proyección hacia Europa y el mundo. Lo universal es nuestra vocación. Dicho sea para una nación que se vació, desgastada desde el 1500 hasta finales de 1800, por diseminar en la Rosa de los Vientos la fe en Cristo y el amor a su Iglesia. Por la fuerza de los genes que en Iberia absorbimos de la Grecia y la Roma clásicas. Trescientos años que nos dieron gloria desde el final de la Edad Media hasta el inicio de la Contemporánea. Toda la Edad Moderna se corresponde, entera, con aquella en que no se ponía el sol en las tierras españolas.
No aceptemos eso de que lo pasado ya no existe y, menos, que debamos desprendernos de su "nostalgia". Todo efecto está eslabonado a sus causas. Así, el pasado con el presente y con éste el futuro. Los hombres no estamos en el mundo por generación espontánea sino por aluvión de vidas, muchas vidas, que nos trajeron a este presente en el que estamos y somos. Somos herederos de aquella edad y del hogar en que vivimos; el tiempo y el espacio fueron vehículo a nuestro nacimiento. Nuestra patria chica dentro de la patria grande; y muy grande necesariamente, imperativamente, para ser parte en la suma de sus grandezas.
La bandera catalana y la bandera catalanista
¿Cuál es la buena? Haré un corto recorrido por sus orígenes y que el lector escoja.
La primera.- La bandera de Aragón que viene del regalo del Papa Adriano IV, a su ahijado Alfonso II, hijo del Conde Ramón Berenguer IV, y de Doña Petronila, reina de Aragón. Es la bandera rojo y gualda, la barrada, que ya llevaron en el s.XIV los infantes almogávares en sus conquistas hasta los extremos del Mediterráneo. Esta es la bandera catalana, tan regional como merece y en la que nos honramos todos los españoles. Al completo y a muerte, como la amaron aquellos que se enrolaban en su aventura. Tal vez por eso quieran adulterarla los vendidos, falsos catalanes.
La segunda.- La ideada por los sintierra. Una bandera que toma de la anterior su forma y colores para engañarnos subliminalmente como legítima, pero induciendo cambios muy significativos. Los más visibles, un triángulo equilátero azul, de base en el mástil, en cuyo centro se inserta una estrella blanca de cinco puntas; más los tres colores: azul, blanco y amarillo (Libertad-Igualdad-Fraternidad).
Esta composición no es "la señera". La verdad de su origen está en las logias y sus símbolos.
De esa estrella de cinco puntas hay algo que señalar y que seguramente no saben ni los que la bendicen. Esto es que procede de más de 3700 años y que significa para el pueblo judío la Tora, es decir los cinco primeros libros de la Biblia. También era la contraseña de los pitagóricos. Incluso, cuando se invierte, dos puntas arriba y una abajo, expresa otros valores sólo digeribles para iniciados en la brujería.
Estos símbolos en esta bandera no son cualquier cosa. Señalan un proyecto anticristiano, antiespañol, contracultural para la propia Cataluña. Entiéndase para quienes los hacen suyos, con sus respectivas consecuencias en esta vida y en la venidera.
Una Federación de Naciones. ¿España?
Llevamos buena porción de años oyendo hablar de un Estado Federal. Se asegura que el federalismo va a ser la solución para los intereses de las autonomías en un Estado homogéneo. Una oferta de insuperable modernidad, ejemplarizada por los USA. Pero no. Lo federal, que sirve para unir lo heterogéneo, es también llave que ayuda a dividir lo que estaba unido; como ayudará a unir lo que estaba separado. Vamos, que el federalismo es válido tanto para un ir a mejor cuanto para un ir a peor.
Las propuestas federalistas nos retrotraen, quieras que no quieras, al año 1873, cuando los señores Figueras, Pi y Margall, Salmerón y Castelar nos habían hecho reconocer todas las regiones “históricas” como estados soberanos. Con lo que se produjo la cascada de nacionalismos tan dignos y respetables como el de las repúblicas independentísimas de Alcoy, Algeciras, Almansa, Andújar, Cádiz, Cartagena, Cataluña, Granada, Málaga, Sevilla, Valencia y no sé qué otras más. Todas y cada una con sus leyes, dialectos y sub-dialectos, fiscalidad egoísta, emisión de moneda con el oro robado, himno y bandera nuevos, etc...
Caso estrambótico fue el de Jumilla, que declaró la guerra a Murcia. Lo de declarar la guerra al vecino fue una epidemia incubada pocos años antes por los agentes de las logias, el trienio liberal y la inoperancia del gobierno progresista, ¡y a la vez católico!, de Amadeo I de Saboya>. Este rey, llamado "el Caballero", representó para España la confirmación de la Masonería dentro de las monarquías. ¿Que qué digo...? Pues, eso, que el de Saboya era Grado 33 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, además de Gran Maestre de la Orden de Alcántara. Sujeto que a los tres años de aceptar ser "nuestro rey constitucional" huyó a Italia corriendo a todo correr, porque habíamos empezado la tercera guerra carlista.
La historia de los cantonalismos autónomos y soberanos es de lo más vergonzoso y desgraciado. Aun mucho más que eso para las autoridades democráticas actuales. Es otro ejemplo de los ataques dirigidos contra España para hacerla desaparecer. En aquella ocasión, que parece guión de la presente, ataques realizados por una red de mentirosos, bandidos -de los de banda- y apandadores de "la-pela-es-la-pela". Fuimos entonces el hazmerreir del mundo, aunque no tanto como lo son hoy las embajadas catalanas pagadas con lo que, ¡los catalanistas! retraen de sus hospitales y farmacias.
Paradigmático precedente de estas aventuras fue el caso de Cartagena, del que Dostoyevski nos da cabal reseña en sus memorias. A nosotros, los perplejos habitantes del tiempo presente, algo nos valdrá saber lo que nos cuenta el ruso inmortal:
(...) el general Contreras cabecilla de esos viles sublevados, que saqueó las ciudades vecinas, amenazándolas con volarlas caso de mostrar cobardía, y manifestándole con toda seriedad al cónsul de Alemania que el cantón de Murcia se vería obligado a declarar la guerra al Imperio (...), así como también Gálvez (que decía que todos los bienes de los cartageneros pertenecían a los jefes de la insurrección) más todos los miembros de la Junta de Cartagena y su muchedumbre de revoltosos, en número de 2.500, apoderáronse en el último momento del acorazado Numancia (...) y huyeron a Orán donde se hicieron franceses. Todo lo cual debían tenerlo planeado desde hacía mucho tiempo. Así que, después de medio año de desenfreno y bandidaje, no han tenido que hacer otra cosa sino escapar lindamente con el botín recogido (...) Naturalmente ahora se convertirán en honradísimos emigrados políticos, y a la primera ocasión... a España otra vez, a robar.
(Dostoyevski, (Diario de un escritor: Del nº 1 de "El Ciudadano", 1874.)
¿Qué les parece?
Esta crónica de Dostoyeski a algún lector le habrá mostrado que "nada nuevo hay bajo el sol". Y sabrá ver que esos "emigrantes" a Orán no eran tal cosa sino unos apátridas. Puede reconocerse, como dice el narrador, que su plan de revuelta y latrocinio estaba preparado de antemano. No amaban la independencia de Cartagena, ¡qué va!, sino las manos libres para desvalijarla. Fijémonos otra vez en eso de que se refugiaron en Túnez, colonia francesa entre las que al norte de África aceptaron asentamientos para los judíos expulsados o huidos.
Hay mucho más de lo que hablar pero, con lo que va de post, parece suficiente sugerencia para mi lector.
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(*) En el seminario de Barcelona, un seminarista que años más tarde se conocería por Cardenal Jubany, quemó en el patio la Suma Teológica de Santo Tomás. Acto con el que se anunció el cambio radical que los nuevos vientos vaticanos soplaban ya en las velas de las cárdenas ambiciones.