Septuagésimo aniversario de la visita de Eva Perón a España. ©

En 1947, hace setenta años, se produjeron dos acontecimientos en España, hoy de poco eco en los media. Estos fueron la visita de Eva Duarte de Perón y la muerte de Manolete. No tan dispares en lo que su memoria propone.

Evita vino a Madrid como Primera Dama y Embajadora de la República Argentina, a ofrecernos ayuda y reconocimiento que, excepto el Vaticano, nadie nos daba ocho años después de expulsar de España a los apátridas comunistas.

Su ayuda no fue, no sólo, de buenos deseos y palmaditas en la espalda sino acompañada de barcos cargados de trigo y carne vacuna congelada que los españoles dispusimos asequibles en las carnicerías que la CAT (Comisaría de Abastecimientos y Transportes) supervisó por los barrios de Madrid y Barcelona, más otros cuatro mil puntos de nuestra geografía. Ayuda sólo posible para una nación hispana como la Argentina de Perón, entonces tercera economía de Occidente, que no dudó en saltarse el boicot aliado contra la España de la División Azul.

Recibido de un seguidor de este blog, a continuación les paso íntegro el mensaje que "Evita" dirigió a las mujeres españolas, creo que radiado desde el propio Palacio de El Pardo. Fue más un mensaje para la España victoriosa que para la España en ruinas. Aquella mujer tenía un verbo impresionante, desbordado desde su alma. Por eso, deduzco, sin ella el justicialismo de Perón se depreció vertiginosamente de fuerza política. Sea esto dicho señalando la atmósfera general de liberalismo democrático que, desde la 2GM, se ofrece como panacea contra toda tiranía, exceptuados los ensayos marxistas que siguen protegidos por quienes supuestamente deberían aborrecerlos.

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"¡Mujeres de España!

Nuestro siglo no pasará a la Historia con el nombre de “Siglo de las Guerras Mundiales” ni acaso con el nombre de “Siglo de la desintegración atómica”, sino con este otro mucho más significativo de “Siglo del feminismo victorioso”.

La revolución social a que asistimos en esta hora de veloz transición, alcanza no solo al obrero, quien reclama justamente se le considere dentro de la sociedad como persona humana informada por un alma trascendente y eterna, sino también a la mujer, la cual exige todos los derechos imprescindibles para el desarrollo de sus poderosas virtualidades.

Por eso, representante como soy de un país que es la esperanza, no solo por su riqueza nativa sino por haber inaugurado como ningún otro un nuevo orden de equidad social, de armonía cristiana y de libertad, no puedo guardarme en silencio el mensaje que, por mi intermedio, envía la mujer argentina a la mujer española sobre todo a la mujer que lucha como héroe, inadvertida del mundo, en la brega cotidiana de la vida.

La mujer argentina se afana en primer lugar, por la estructuración del hogar cristiano como vínculo indisoluble. Porque si a la mujer no se le ha dado el señorío de la fuerza física, se le ha dado el imperio del amor. Y sabemos las mujeres sin necesidad de sutiles raciocinios, que solo en el hogar y en el matrimonio indisoluble, puede el amor alcanzar toda su expansión. Sabemos las mujeres que la decadencia del amor, sin duda alguna, es una de las decadencias más grandes que ahora padece el mundo; es resultado inmediato de la paganización de la familia y de la desarticulación del hogar.

La mayoría de los pensadores opuestos al cristianismo no trepidan en reconocer que el matrimonio y la familia, tales como los reclama la adusta moral cristiana, constituyen el único ideal sociológico que puede colmar las aspiraciones más profundas del amor y que todas las civilizaciones marcadas por una franca decadencia se caracterizaron por una honda crisis de vida familiar.

Cuando la corrupción de costumbres ha minado la vida de la familia, entonces junto con el amor, pierde la mujer la libertad. Porque ella sólo es libre en la esclavitud del amor y solo es esclava en la libertad del amor en el que desemboca el matrimonio no bien pierde sus dotes y prerrogativas de eternidad.

Porque la mujer argentina se ha empeñado en mantener a toda costa el hogar estructurado y porque se ha empeñado además, en conseguir que en él se respire un perfume de santuario de suerte que el esposo y los hijos sientan a Dios como en un templo pequeño, por eso sabe que no le arrebata ni un adarme de feminidad el participar en los movimientos de recuperación nacional, colaborando con todos sus recursos a la implantación de un mundo más justo, más humano y más pacífico.

Menos tememos las argentinas a la mujer que pilotea automóviles, yates y aviones, que a la emancipada de la familia o a la que toma el amor y el matrimonio como un “egoísmo de dos” sin entender que de la solidez y de la fecundidad del matrimonio depende el engrandecimiento de la patria.

La Iglesia, como nos lo ha enseñado siempre, ni ha prohibido ni ha disuadido a la mujer de que ejerza de médico, o de diputado o de embajadora con tal de que no abandone sus deberes esenciales de madre, de hija y de esposa. Y si la evolución de los tiempos la lleva a participar en la vida cívica y a intervenir en las contiendas electorales, es ella quien está encargada de conspirar al triunfo de un orden social y familiar, en el que pueda compartir, el lado del hombre, los frutos de la paz y de la justicia.

Por eso, ¡mujeres españolas!, os digo a todas, a través del éter (1), lo que quisiera decir a cada una de corazón a corazón, con esa efusión y medias palabras con que nos entendemos las mujeres. Si no han faltado agitadoras que soliviantaran las clases sociales unas contra otras, con flamas incendiarias, ¿por qué han de faltar otras mujeres que, de alma a alma, se digan un mensaje de amor y de paz?

Faltaría a mi deber, el deber que me impone la Gran Cruz de Isabel, si no secundara la misión de la gran reina, quien como ninguna mujer de España se afanó por dar unidad y libertad a esta tierra, batallando no solo contra los invasores (2) de su suelo, sino también contra los invasores de su fe. Por eso, mujeres de España, a cuyo lado he vivido los días más emocionantes de mi vida, quiero hacer extensivo a vosotras cuanto dije no ha mucho a las mujeres de América:

Trabajemos por la paz que libra a los pueblos de las amenazas y de las agresiones y nos permite cerrar las heridas abiertas por contiendas fratricidas. Trabajemos para afianzar la paz y por impedir que una nueva guerra vuelva a asolar la Humanidad con nuevos estragos y nuevos odios. Trabajemos por implantar en el mundo los derechos fundamentales debidos a los seres humanos y por desarmar los espíritus de los odios y prevenciones originados por la diversidad de las razas, de los idiomas y de las formas sociales de la vida. Se ha dicho que hemos venido a formar un eje Buenos Aires-Madrid. Mujeres españolas, no hemos venido a formar ejes, sino a tender arcoiris de paz con todos los pueblos, como corresponde al espíritu de la mujer.

Trabajemos por la conquista de un mundo mejor, fundamentado en el amor y no en el odio, mundo en el que anhelamos todos construir y no destruir, y en el que florezca como una bandera fulgurante de luz la libertad y la soberanía de los pueblos. Trabajemos por la implantación de un orden de justicia social cual lo requieren los principios proclamados por el general Perón, en el que todas puedan gozar de una retribución justa, en el que el obrero viva en condiciones dignas de trabajo y pueda preservar su salud, elevar su “standard” económico y desarrollar libremente las actividades lícitas en bien de los intereses profesionales.

Unamos nuestros esfuerzos para que nadie padezca, para que nadie se vea envuelto por miserias enervantes. Unamos nuestros corazones para que los humanos, cualesquiera que sea su nacionalidad, su fortuna, su ideario, puedan vivir, réprobos y elegidos, satisfechos y desheredados, de suerte que el mundo se trueque en una gran familia bendecida por Dios en la que no resuene otro canto que el canto del trabajo y de la paz.

Somos nosotras parte de una nueva fuerza que entra en las corrientes humanas empeñada en sostener la civilización y la cultura a que pertenecemos. En la lucha gigantesca en que nos hallamos envueltas, las grandes y las pequeñas, las afortunadas y las humildes, todas las mujeres debemos estar dispuestas a cumplir nuestro deber, a fin de que el mundo se vuelva lo que debe ser: Una gran confraternidad de todos los pueblos, con trabajo y con paz.

Y antes de terminar, permitidme que os diga la impresión que he recogido en vuestras ciudades y vuestros campos. He venido por primera vez a España y, sin embargo, me ha parecido retornar a ella después de una ausencia de mucho tiempo. Como si mi alma, por misteriosas reminiscencias, se despertara de un sueño de inconsciencia a las visiones de mis antepasados, los cuales nacieron y gastaron sus ojos en la contemplación de esas mismas ciudades y de estos campos de ensueño.

Me siento más argentina que nunca, precisamente porque me encuentro en la Madre Patria. La suprema efusión y amor sólo lo experimenta la mujer cuando une las trepidaciones de su corazón efímero al ritmo eterno de las armonías divinas. Por eso me siento ahora embriagada de amor y de felicidad, porque mi sencillo corazón de mujer argentina se ha puesto a vibrar en consonancia con los acordes eternos de la España inmortal".

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¡Santo Dios! ¡Qué tiempos aquellos de magníficos tribunos! (En las dos acepciones de la palabra). En tan poco equiparables con la mediocridad presente.
¡Por ahí estaba este documento digno de admiración agradecida, limpio de zurcidos partidistas! Discurso dicho en la radio a todas las mujeres españolas; del que tengo entendido que no fue leído, exceptuado el guión de orden, sino dicho con la espontaneidad de lo que mana directo del corazón.

Evita fue, sí, una Magdalena (Lucas 7, 36-50), pero largamente redimida por su entrega a ideales políticos inspirados de fe católica. No olvidemos que aquella fue santa canonizada por Cristo y que tuvo importante autoridad entre los primeros discípulos.

Raptada de este mundo por un cáncer, Evita de Perón dejó al Perón de Evita en su propio populismo descamisado. Y hasta la misma Iglesia del Papa Pío XII se desligó de algunos de sus postulados.
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Frases :

"...solo en el hogar y en el matrimonio indisoluble, puede el amor alcanzar toda su expansión."

"todas las civilizaciones marcadas por una franca decadencia se caracterizaron por una honda crisis de vida familiar."

"Cuando la corrupción de costumbres ha minado la vida de la familia, entonces junto con el amor, pierde la mujer la libertad."

"Menos tememos las argentinas a la mujer que pilota automóviles, yates y aviones, que a la emancipada de la familia o a la que toma el amor y el matrimonio como un “egoísmo de dos” sin entender que de la solidez y de la fecundidad del matrimonio depende el engrandecimiento de la patria."

"He venido por primera vez a España y, sin embargo, me ha parecido retornar a ella después de una ausencia de mucho tiempo. Como si mi alma, por misteriosas reminiscencias, se despertara de un sueño de inconsciencia a las visiones de mis antepasados, los cuales nacieron y gastaron sus ojos en la contemplación de esas mismas ciudades y de estos campos de ensueño.

"me siento ahora embriagada de amor y de felicidad, porque mi sencillo corazón de mujer argentina se ha puesto a vibrar en consonancia con los acordes eternos de la España inmortal"

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De lo escuálida que estaba España aquel año 1947 que nos trajo la ayuda argentina, aquella España abandonada por sus 'patriotas-de-casino' en París, México o Nueva York, nos habla la letra satírica de una canción entonces muy repetida, en competencia con la original "La casita de papel."

«Encima 'las montañas tengo un piso
que pago treinta duros de alquiler,
cincuenta mil pesetas de traspaso
y un duro a la portera por barrer.
¡Qué felices seremos los dos!
¡Sin patatas, judías ni arroz!
Pasaremos la noche diciendo:
Que venga la señora de Perón.»

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FOTOS.- Primera: Franco recibe a la Embajadora de Argentina, Eva Duarte de Perón.-
Segunda: Eva Duarte ante los micrófonos.
Tercera: Fervoroso recibimiento en Barcelona.

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(1) "a través del eter" es igual a decir: 'a través de las ondas'. Hoy eter es un término en desuso.
(2) "en contra de los invasores". Esta calificación de invasores es correcta puesto que la oradora se refiere a la pública promoción de personajes ajenos a España -Marx, Lenin, Stalin-, y los españoles Largo Caballero, Negrin e Indalecio Prieto pródigamente publicitados como servidores de URSS.

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