A propósito del pederasta ex obispo de Brujas, Roger Vangheluwe

Lástima de saliva gastada en esta peste cuando no existe un plan firme, de práctica punitiva segura para acabar con ella. Y da miedo oír lo que le dicen a uno detrás de la oreja: Que este asunto no se puede enfrentar en serio porque la metástasis se ha extendido a los organismos ejecutivos.

Esto es igual a decir que no basta la salud en la Curia romana si no se sanan las diocesanas, las conferencias nacionales y las órdenes religiosas. El mal se ha disuelto por todas partes, en suspensión coloidal, y lo que se impondría como fórmula eficaz se hace imposible por la otra peste, aun peor, de que todos somos buenos y que “la Iglesia no está para condenar a nadie...” ¡Hala!, Jesús de Nazaret rectificado y su vida pública excomulgada.

Y es que esto de la homosexualidad y la pederastia, esta última disimulada en el eufemismo de “abusos”, es algo que se desarrolló gracias a políticas permisivas originadas muy atrás. Más o menos desde que a Dios, principio y fin de todas las cosas, se le hizo servidor del hombre liberándole a éste de servir a Dios.

Fue determinante la Instrucción CRIMINE SOLICITATIONIS, de Juan XXIII, el Papa Bueno, - bueno para sus hermanos los masones franceses que le abrieron las logias y le llamaron “el Nuncio Bueno” - el cual advertía en dicha instrucción que quien denunciase a un sacerdote o prelado por causa de homosexualidad podría incurrir en pena de excomunión. También el clérigo que no lo denuncie... noble honradez contra-colegial de difícil éxito. Este documento que es de 1962 indujo, como es lógico, a la protección y a la ocultación de los casos flagrantes mediante la premisa de que el que debía protegerse era al acusado, porque él representaba a la Iglesia - incluso bajo sospecha de impostura - controlando la denuncia y la investigación, que más que control resultó obstrucción.

Todo, o casi todo, empezó cuando al calor de la “nueva orientación pastoral” el clero relajó las reglas piadosas y los seminarios su educación religiosa, de hábitos y de principios; cuando ser mundano y engreído se tomó como ejemplo de mundanas y engreídas instituciones con predicamento desorbitado; cuando el éxito en el mundo, o más cierto su apariencia epatante, se tomó como marketing infalible. Por tanto, ¿quién podría detener la inmensa variedad de males coherentes con tal laxitud? El mal principal, la lógica desacralización de la religión – absurdo categórico rubricado en la Nueva Misa – por empeñarse los sucesores de San Pedro en la exaltación de la libertad del hombre, en la igualdad “ecuménica” de los credos y, consecuente con ello, en la fraternidad del mal y el bien. (Is 5, 20)

Sobre este fondo el primer plano lo monopoliza la debilidad de la carne por escándalo y ludibrio para la institución más prestigiada en la historia de la humanidad. Sin embargo, insisto, lo peor no es esto, con ser horrible, sino su fondo: el cambio magisterial, de gobierno y misión aportados por los papas posconciliares. En resumen, que mundo (Pablo VI), demonio (Juan Pablo II) y carne ya no son tan enemigos del alma.

A saber por dónde andará este obispo belga que si se distingue de sus camaradas bujarrones es en el descaro de escudarse en que “los niños no protestaban y se lo pasaban bien”. En otros tiempos le habrían quemado vivo. Sin alejarnos tanto, su homosexualidad activa le habría metido en un penal eclesiástico. Por cierto, eso de que ahora estos casos se sometan a las leyes penales civiles me parece una burla de mal gusto puesto que la mayoría de los países donde se comenten los delitos ya legislaron que la homosexualidad es un derecho. Si lo piensan, en ello se funda la autodefensa del prelado.

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Enlaces relacionados:

http://www.periodistadigital.com/religion/mundo/2011/04/15/obispos-belgas-ofensivas-declaraciones-vangheluwe-iglesia-religion-abusos-bruselas-papa.shtml

http://www.elmundo.es/elmundo/2011/04/11/internacional/1302512899.html

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