La tumba vacía es la rebeldía de Dios frente a los sistemas crucificadores del mundo Sin la resurrección de los crucificados vana es nuestra fe

Sin la resurrección de los crucificados vana es nuestra fe
Sin la resurrección de los crucificados vana es nuestra fe

La Cruz ya no es un signo de resignación para perpetuar el sometimiento al mal. Es un acto de resistencia del Dios de la Vida, cuya victoria ha comenzado en la tumba vacía. 

Sin la Resurrección de Jesús, el cristianismo carece de sentido. Su victoria sobre la muerte es la garantía de que el amor de Dios triunfa sobre toda injusticia. Pero la compasión de Dios es expansiva, "no quiere que ninguno se pierda",  e incluye a todos «los crucificados» de la historia. Esto plantea un desafío teológico y ético fundamental.

Una espiritualidad que celebra la Resurrección de Jesús pero ignora a los crucificados de hoy (migrantes, pobres, enfermos, excluidos, perseguidos) es hipocresía (Isaías 1:17), es una fe vana, inútil, un ritualismo vacío para tranquilizar la conciencia de los opresores y sus cómplices.

La tumba vacía es la rebeldía de Dios frente a los sistemas crucificadores del mundo. La Resurrección de Jesús es un acto subversivo que declara que la injusticia, el sufrimiento y la muerte, no tienen la última palabra. Frente a los poderes políticos, económicos, culturales y religiosos que perpetúan el dolor como consecuencia de las estructuras de pecado que tejen, la tumba vacía es un grito de resistencia.

Jesús no fue un mártir derrotado, sino el «Primer Rebelde Resucitado», (James Cone). La Muerte ya no tiene poder sobre Él y los bienaventurados y samaritanos que lo siguen. Pero el poder transformador de la Resurrección no solo desafía la muerte, sino que también confronta todas las formas de opresión y explotación que continúan crucificando a los pueblos y a las víctimas hoy en día.

La Cruz ha dejado de ser un signo de resignación para perpetuar el sometimiento al mal. Es un acto de resistencia del Dios de la Vida, cuya victoria ha comenzado en la tumba vacía. La Resurrección nos desafía a no aceptar el statu quo, sino a luchar por un mundo más justo, equitativo y fraterno.

Los gobiernos que priorizan “el poder por el poder” indiferentes a los marginados, las economías que explotan a los trabajadores y ya tienen sus paraísos en la tierra (paraísos fiscales), las culturas de identidades cerradas que marginan “a los que no son de los nuestros”, y las religiones que justifican la opresión cuando el clericalismo se adueña de ellas, son todos desafiados por el mensaje de vida y esperanza de la Resurrección.

Hoy en día, encontramos sistemas crucificadores en diversas formas. Económicamente, el capitalismo extractivista, más salvaje que nunca en su versión populista, que destruye ecosistemas y desplaza pueblos enteros. Pero la tumba vacía nos recuerda también que la Tierra no es una mercancía, sino un hogar que debemos cuidar.

Políticamente, las fronteras militarizadas que impiden el libre movimiento de personas son un símbolo de exclusión y miedo, murallas artificiales para las “civilizadas” sociedades egoístas, que después de robar y corromper, desde hace siglos, todo lo que pueden en los países pobres, impiden que los perjudicados emigren para sobrevivir.

La Resurrección ofrece un pasaporte divino que derriba muros y promueve la inclusión. Religiosamente, existe una versión de iglesia que se cree “aduana de lo sagrado” y que apoya regímenes opresivos o permanecen en silencio ante injusticias, como cómplices de esas estructuras de pecado. No es raro que el mote de “opio de los pueblos” haya sido acuñado para describir esta función corrompida. Frente a esto, la tumba vacía es el inicio de nuevas estructuras de Gracia donde todos somos incluidos y las palabras “Padre” y “fraternidad” son un hecho real, no una metáfora homilética.

Este acontecimiento ha inspirado a innumerables movimientos y figuras históricas que luchan por la justicia y la dignidad. Son los "adelantados" del Reino. Desde los defensores de derechos civiles en Estados Unidos, el apartheid en Sudáfrica, hasta las luchas por la liberación en América Latina, las ong que acogen, defienden, promueven e integran inmigrantes, las manifestaciones para tener acceso a la vivienda, los movimientos contra el armamentismo y la guerra, los que proponen una educación en la resistencia no violenta, los que se levantan contra la depredación que lleva al cambio climático, etc., la Resurrección es un símbolo de que otro mundo es posible.

Sin embargo, es crucial reconocer que esta esperanza no es ingenua; es una llamada a la acción y a la transformación personal y social. No es una mera construcción ideológica que busca cambiar el poder explotador de manos, ni darles toda la razón a unos políticos opuestos a otros, sino que está más allá, desde donde la libertad y la igualdad en pugna, pueden al fin abrazarse en una fraternidad real conquistada por Cristo. (Fratelli Tutti)

bajar a los crucificados
bajar a los crucificados

La tumba vacía nos invita a ser agentes de cambio, a romper con las estructuras que perpetúan el sufrimiento y a trabajar por un mundo donde la vida, no la muerte, tenga la última palabra. En este sentido, la Resurrección es una invitación a dejarnos impactar por el Amor que nos ha acompañado de la Cruz a la Resurrección, para que nos rebelemos contra la resignación y seamos partícipes de un nuevo amanecer de tumbas vacías.

La Resurrección plantea preguntas difíciles: ¿cómo mantenemos viva esta rebeldía en un mundo que sigue sufriendo? ¿Cómo evitamos que la Resurrección se convierta en un simple ritual de pomposas liturgias, sin impacto real? La respuesta puede estar en ver la Resurrección no solo como un evento pasado, sino como una llamada continua a la acción. Como el poeta Pedro Casaldáliga escribió, "La Cruz no es un fracaso, es un parto". La Resurrección nos da la Esperanza de ser parte de la transformación del mundo.

Hay que relacionar la escatología cristiana con la justicia social, como hace Jesús “venid benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer… (Mt 25). La fe sin acción hacia los oprimidos, es hueca. Una espiritualidad que celebra la Resurrección de Jesús pero ignora a los crucificados de hoy (migrantes, pobres, perseguidos) es hipocresía (Isaías 1:17), es una fe vana, inútil.

En 1 Corintios 15:17 san Pablo nos dice que «Si Cristo no ha resucitado, vana es vuestra fe» Sin la Resurrección de Jesús, el cristianismo carece de sentido. Su victoria sobre la muerte es la garantía de que el amor de Dios triunfa sobre toda injusticia. Pero hay que ampliar su horizonte, incluyendo a «los crucificados» de la historia. Esto plantea un desarrollo teológico y ético fundamental.

paz y fraternidad
paz y fraternidad

Es Jesús quien expande esta dimensión colectiva, para llegar a todos los crucificados a quienes se ha encarnado (oprimidos, marginados, víctimas de la historia). Esto evoca la idea de que la Resurrección es incompleta si no abarca a quienes siguen siendo "crucificados" hoy.

Es “incompleta” no porque le falte algo en sí misma, sino porque el Plan de Dios nos incluye en la tarea:"completo en mi propia carne lo que falta de las tribulaciones de Cristo a favor de su cuerpo, que es la iglesia" (Col 1,24). Más tarde dirá S. Agustín: “El Dios que te creó sin ti, no te redimirá sin ti”, aludiendo a nuestra imprescindible participación en la Misericordia expansiva de Dios.

Vivimos en una paradoja escatológica: en la tensión entre el "YA" (Cristo resucitó) y el "TODAVÍA NO" (los crucificados que esperan justicia). La fe auténtica no puede separar la esperanza futura de la lucha presente por la dignidad (Santiago 2:26). La tumba vacía es la rebeldía continua de Dios frente al pecado del mundo que crucifica inocentes.

poliedroyperiferia@gmail.com

Volver arriba