4.2. Vigencia de las perspectivas abiertas por el Vaticano II
La vigencia y la perspectiva de futuro del Vaticano II es preciso ubicarla dentro de una visión a largo plazo, como lo indica C. Theobald a partir de la tesis de Karl Rahner, en coincidencia también, con el planteamiento de G. Alberigo que tiene por título: ¿Transición epocal? Y como subtítulo Las perspectivas”.
K. Rahner distingue, en el seno de la tradición cristiana, tres grandes épocas que se caracterizan por tres situaciones fundamentales en lo que concierne al anuncio del Evangelio y al papel de la Iglesia en la sociedad:
- El breve período del judeo-cristianismo.
- La iglesia en el helenismo y en la civilización europea.
- La fase actual o espacio eclesial.
Esta tercera época, en cuanto “Iglesia mundial “apenas está comenzando y se ha manifestado a nivel oficial en el Vaticano II. Esta etapa no representa sólo cambios culturales, sino acontecimientos que tienen que ver con la Revelación misma.
Las censuras entre las diferentes épocas se producen ante todo de forma no refleja y bajo la conducta de un ‘instinto espiritual’, lo cual significa la economía del Espíritu Santo. Pero esto no excluye una cierta creatividad: vista la diferencia radical ente la cultura occidental y las culturas de África y de Asia, la inculturación del cristianismo consiste, en efecto, en una verdadera re-creación que en cierta manera plantea la dificultad de la interpretación romana de la “clausura” de la Revelación con “la muerte el último apóstol”, fijada bajo una cierta forma por el concilio Vaticano I. Se trata de una cuestión que merecería la reunión de un nuevo concilio –afirma C. Theobald-.
En esta última perspectiva estarían las voces, que frecuentemente se escuchan, de la necesidad de un nuevo Concilio. El P. Ricardo Lombardi, en su libro Iglesia y Reino de Dios planteó la conveniencia del “Concilio del Reino”: “Casi me atrevería a pensar que en la lejanía del horizonte se ve ya surgir la oportunidad de un nuevo Concilio [...]. “Hemos entrado en una época planetaria. Habiendo alcanzado por la técnica todo confín, el hombre de este siglo es sacudido como mínimo por la vibración del planeta entero. Toca a la Iglesia el inaugurar por su cuenta, una catolicidad tal, que, por darle un nombre yo la llamaría espacial. Que ensanche sus propias fronteras al máximo, que vaya más allá de ellas a los campos aparentemente extraños a ella y quizá ya de Dios, a descubrir allí con entusiasmo, el Reino ya existente y a expandirlo ulteriormente, con desinterés respecto a sí misma hasta donde no lo prohíba el mismo Dios.
4.2.2 Desde las cuestiones todavía pendientes para una adecuada recepción
Con ocasión de los 40 años de la clausura del Vaticano II, la revista internacional “Concilium” dedicó un número monográfico titulado: “El Vaticano II: ¿un futuro olvidado? (No. 312, septiembre 2005. La tercera parte de esta revista tiene por título: “El futuro del Vaticano II” y en ella participan tres autores con los siguientes títulos:
* Christoph Théobald: Las opciones teológicas del concilio Vaticano II: en busca de un principio interno de interpretación.
* Hans Küng: ¿El concilio olvidado?
* Peter Hünermann: El Texto pasado por alto. Sobre la hermenéutica del concilio Vaticano II.
De los dos primeros artículos destacamos los elementos que se identifican más claramente como “perspectivas” de futuro, o cuestiones vigentes del Vaticano II.
Opciones teológicas vigentes
Christoph Théobald en el artículo plantea diversos puntos teológicos, que ya han sido expuestos en la tercera parte. Se retoman aquí solo tres aspectos, que sintetizan de alguna manera las opciones teológicas vigentes y, que en el artículo se presentan bajo el título: “Recepción y aprendizaje”:
a)La identidad de Jesús de Nazaret como fundadora de la postura pastoral de la Iglesia.
“...hoy en día es imposible hacer caso omiso, al menos en Occidente, de las investigaciones sobre el ‘Jesús histórico’ y de la llamada ‘third quest’, que ha puesto de relieve el estilo de vida del Galileo en su entorno social y cultural”.
b)La situación de una Iglesia en diáspora, en espera de una creatividad a la altura de la Iglesia naciente.
“...hoy en día es preciso movilizar la colaboración de diversas disciplinas –exégesis, historia, teología sistemática y teología práctica y litúrgica- para abordar esta cuestión, de trascendencia ecuménica considerable, relativa a la forma eclesial que puede hoy adoptar la presencia del Evangelio en nuestras culturas posmodernas”.
c)El pluralismo cultural y religioso de nuestras sociedades, que lleva a repensar la condición escatológica del Evangelio de Dios.
“...en un mundo donde toda posición religiosa última corre el riesgo de degenerar en violencia, o donde la razón misma está amenazada por la locura, resulta urgente elaborar un ‘argumento de credibilidad’ que permita situarlas, una respecto a la otra, en una posición de articulación crítica, y mantener así abierta la libertad de todos para oír una Palabra última”.
El legado espiritual del concilio
Hans Küng, plantea la necesidad de volver a tomar en serio, bajo la inspiración del Evangelio, la herencia del Concilio de manera que en lugar de los lemas de un Magisterio nuevamente conservador y autoritario, vuelvan a estar en vigor las palabras programáticas de Juan XXIII y del Concilio a saber:
* El “aggiornamento” en el espíritu del Evangelio, en lugar de la tradicional ‘doctrina católica’ de encíclicas morales rigoristas y catecismos tradicionalistas.
* La “colegialidad” del papa con los obispos, en lugar de un riguroso centralismo romano, que en los nombramientos de obispos y en la provisión de las cátedras de teología, pasa por alto los intereses de las Iglesias locales, en beneficio de los sumisos.
* La “apertura” al mundo moderno, en lugar de acusaciones, quejas y querellas por la supuesta ‘acomodación’ al espíritu de la época.
* El “diálogo”, en lugar de monólogo magisterial, inquisición y rechazo práctico de la libertad de conciencia y de docencia en la Iglesia.
* El “ecumenismo”, en lugar de acentuación de todo lo estrictamente católico-romano: también en la cuestión de la Eucaristía; aplicación de la famosa distinción de Juan XXIII entre la sustancia de la doctrina de fe y su revestimiento histórico-verbal, de una ‘jerarquía de verdades’, que no son todas igualmente importantes.
Un proceso irreversible
Joseph Doré, termina el artículo titulado: “El Vaticano II hoy”, publicado en el mismo número de la revista Concilium, y llega a la siguiente conclusión:
El Concilio Vaticano II ha sembrado semillas de sinodalidad o de conciliaridad en todos los niveles dentro de la Iglesia. Ninguna parroquia, ni ninguna diócesis carecen ya de un Consejo pastoral... No hay nación sin Conferencia episcopal... La figura ‘monárquica’, esencial en la eclesiología católica (un cura por parroquia, un obispo por diócesis, un papa en la Iglesia universal), no ha sido ciertamente negada; pero ha sido felizmente completada y equilibrada por esta sinodalidad que aporta a todos los niveles un enriquecimiento real. Por una parte, cada responsable jerárquico se ve rodeado de un Consejo; por otra parte, los responsables de un mismo nivel se ven llamados a encontrarse regularmente para hacer un ejercicio colegial de su responsabilidad. Cabe pensar que, iniciado ya en gran medida, este proceso es irreversible. El Vaticano II habrá así contribuido al paso de una Iglesia que convoca concilios a una Iglesia que vive conciliarmente. ¿No es ésta, acaso, la herencia más hermosa que el Concilio podía legarnos?; y el homenaje más hermoso que podemos rendirlo ¿no es, acaso, reconocer ese progreso y permitirle proseguir?
Guía para la reflexión personal y diálogo en grupo:
* ¿En qué medida y cuáles perspectivas abiertas por el Concilio están aún vigentes?
* ¿Qué otras perspectivas se han abierto en el mundo actual y que es necesario tener presente para una adecuada recepción del Concilio, hoy?