Sobre todo, las homosexuales ¿Cuestionar algunas bendiciones?
| Gabriel Mª Otalora
Se ha puesto en cuestión la bendición a ciertas personas y colectivos. Incluso llegando a cuestionar al mismo Papa Francisco por estar abierto a la bendición de las uniones homosexuales: ha tenido que responder a las “dudas” de cinco cardenales conservadores expresadas en una carta muy torticera, que me ha recordado a las preguntas envenenadas que los fariseos le hicieron a Jesús.
Pero Francisco opina que la caridad pastoral exigeno tratar sin más de 'pecadores' a otras personascuya culpabilidad o responsabilidad pueden estar atenuadas por diversos factores que influyen en la imputabilidad subjetiva. Muy en línea con su exhortación Amoris Laetitia, que por causa de ella también ha sido duramente cuestionado en una ´Correctio filialis de haeresibus propagatis’, es decir, ‘Una corrección filial con respecto a la propagación de herejías’, donde sus interpelantes le acusan a Francisco de sostener nada menos que 7 posturas heréticas en referencia al matrimonio, la vida moral y la recepción de los sacramentos, así como de propalar opiniones heréticas.
En paralelo, los obispos flamencos permiten la bendición a parejas del mismo sexo basándose, precisamente, en su interpretación de ciertos pasajes de Amoris Laetitia, donde el Papa afirma, entre otras cosas, “que toda persona, independientemente de su orientación sexual, debe ser respetada en su dignidad y acogida con respeto” (AL 250). Y leo también que los sacerdotes católicos que dan su bendición nupcial a las parejas homosexuales en Alemania lo hacen desde el mensaje de que ´el amor vence'.
En el fondo subyace la consideración de relaciones pecaminosas a las parejas homosexuales por serlo, da igual si son egoístas o llenas de amor y entrega. Yo quiero especificar un poco más y poner la pluma en la llaga de las relaciones de personas del mismo sexo que son cristianas, que se aman entre sí y a la vez tratan de seguir el camino del Evangelio. Incluso me refiero a quienes se aman ejemplarmente, y no son necesariamente cristianos.
No creo que podemos negar que dichas parejas tengan capacidad y voluntad de amarse, de entregarse con amor regalado y sincero. La primera conclusión que cae por su peso es que el amor verdadero, ¡nunca puede ser pecado! Se podrá comparar, opinar sobre el hecho mismo de las opciones no heterosexuales, pero donde hay amor, allí está Dios. Esta afirmación es un axioma que ilumina todo el Evangelio.
La siguiente puntualización es que el pecado nunca es objetivo; no puede serlo. Tienen que darse subjetividades varias para que la conducta sea moralmente reprobable. Ocurre hasta en los ordenamientos jurídicos, que una cosa es la norma fría y otra su aplicación en cada caso, condicionada totalmente por la subjetividad -y la influencia del contexto del hecho o la omisión- de la persona encausada. No parece de recibo que haya personas católicas que todavía considere las relaciones entre personas del mismo sexo "objetivamente pecaminosas”.
Hay una tercera puntualización a las convicciones de algunos expertos en el Dios cristiano, sobre que la homosexualidad es una enfermedad. Si damos por válida esta afirmación, que es mucho afirmar, tampoco sería pecado. No existe ninguna disposición moral que dictamine una enfermedad como pecado: o es una “desviación enfermiza”, o es pecado. Considerar las dos posibilidades conjuntamente, indica lo muy superficial de los argumentos de quienes los enarbolan.
Si reflexionamos todo esto en positivo, bendecir a alguien significa desearle el bien. Es lo que hizo Jesús durante toda su vida pública, especialmente con quienes estaba excluidos social y religiosamente, sufriendo un calvario anímico. Él les consideró, les escuchó y les bendijo.
Jesús acogía a pecadores y les deseaba el bien. Y en lugar de quedarse en el ejemplo, nos exhortó a bendecir a los que nos maldicen, yendo todavía más lejos cuando añade el imperativo “amad a vuestros enemigos” (Mt 5, 44-48). Cuánto más bendecir a quienes se aman.
Aceptar una bendición presupone una buena intención por parte de quien la recibe. Y cuando se afirma que dichas bendiciones colisionan y van en contra del orden de la creación de Dios, como se ha afirmado por Congregación para la Doctrina de la Fe (cardenal Ladaria), entonces hay que colegir que el mismo Jesús de Nazaret está bajo sospecha, a tenor de sus propias manifestaciones recogidas por el Evangelio de Mateo, que acabamos de señalar, aunque hay muchas otras similares. Tan es así que le mataron los expertos en la Ley religiosa de entonces. Solo Dios sabe lo que Jesús hubiera durado vivo hoy con aquél mensaje, que es el nuestro al decirnos sus seguidores.
¿Por qué las parejas homosexuales con relaciones sexuales duraderas, vividas con amor verdadero, y monógamas, no pueden recibir una bendición cristiana de Dios Amor?
En definitiva, que vivir el amor sincero y honesto no puede ser pecado. Aunque los expertos afirmen que, técnicamente, otras formas de amor sean más plenas y consideren cuestionable el amor homosexual en pareja. Yo vivo un matrimonio heterosexual feliz, con mi mujer, pero no se me ocurre condenar a nadie de buena voluntad que vive su amor como realmente lo siente su conciencia y su ser, y menos todavía si siguen a Cristo ¡y piden la bendición! A tenor de todo lo anterior, si una ley choca con el amor sincero y verdadero, habrá que revisar la ley; desde luego que lo que no es de revisar es la esencia acogedora y sanadora del amor que impregna el Evangelio.