La esperanza nunca es pasiva
| Gabriel Mª Otalora
A veces, las efemérides sirven para algo más que para recordar. Supera el mero traer un hecho del pasado. La acepción verbal “recordar” viene del latín re cordis, que significa volver a pasar por el corazón el sentimiento unido a aquél hecho. Rememorar, incluso readmitir recuerdos del pasado que estaban guardados (a veces, bajo siete llaves).
Vivimos un tiempo en el cual necesitamos de asideros sólidos de esperanza. Creo que nos ayudará en el empeño recordar una reflexión de Vaclav Havel, el intelectual que fue último presidente de Checolovaquia y primero de la República Checa, en aquellos tiempos del post comunismo soviético. Una reflexión sobre las dos maneras de esperar que él contrapusiera en otro mes de octubre en París (27-X-92), aprovechando el discurso de su ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas.
Existen dos actitudes de espera, decía Havel: la primera esperando la llegada de Godot como la de un sujeto exterior que nos trae la salvación total y universal. Así es la espera -pasiva- de muchas personas, cuya actitud suele situarse intelectual y vitalmente en esta posición. La otra espera, en cambio, apuesta por vivir en la esperanza con actitud de trabajar en la búsqueda, intentando construir un futuro mejor como una cuestión de principios. Es decir, se hace porque sencillamente se debe de hacer, que el movimiento se logra andando.
Creo que el fundamento de esta distinción nos recuerda la manera de no perder la esperanza verdadera. Es cierto que en la obra de Samuel Beckett (Esperando a Godot) parece que nada ocurre, nadie viene ni va, propiciando un ambiente del existencialismo más descarnado que el autor dulcifica utilizando la forma literaria de tragicomedia. Pero es este brochazo nihilista de ambiente deshumanizante el que precisamente nos tiene que impulsar al reverso existencial del anhelo de esperanza. ¡El motor de la vida no es la desesperanza!
El personaje ausente de Godot ha dado pie a múltiples interpretaciones. Una de las más populares es que Godot es un trasunto de Dios, es a quien realmente se le espera, pero de manera inadecuada, como Havel apuntaba en su conferencia. Godot -Dios- no aparece en ningún momento de la obra, y la actitud pasiva de los personajes Vladimir y Estragon representaría la espera universal a un ser -Dios para muchos lectores- que jamás aparecerá.
Esta es una variante de la lectura nihilista de esta obra que Havel apunta desde su apuesta por una constante búsqueda de la verdad que le llevó al compromiso de su vida para con la sociedad desgarrada de su tiempo. Necesitamos recordar -desde el corazón, sí- a quienes construyeron la esperanza desde arraigadas convicciones morales basadas en los principios del humanismo cristiano en tiempos muy difíciles. La esperanza no surge como la barba ni crece como las uñas; hay que construirla dentro de cada persona como el cincel trabaja el mármol buscando la escultura. Requiere esfuerzo, a veces titánico, que no sé yo si hoy en día estamos dispuestos a arrostrar muchos cristianos y cristianas.
En un momento dado, Havel escribió: “La esperanza no es la creencia de que algo saldrá bien, sino la certeza de que las cosas, independientemente de cómo salgan, tienen un sentido”. Con el sentido llega la esperanza, que no es un mero optimismo. En nuestro momento histórico priman actitudes de incertidumbre ante el futuro, fatiga, derrotismo y la consecuencia existencial de todo ello: la tristeza y la desconfianza entre humanos. Y lo que es peor, la resignación que impide implicarnos en la empresa de descubrir un sentido en lo que nos ocurre como individuos y como sociedad.
Para no pocos la pandemia supuso una sacudida y un motivo de reflexión sobre su actitud ante la vida; para otros, fue una ocasión de recuperar una espiritualidad que creían perdida, y otros más han dado un paso adelante en su compromiso solidario por los demás para alejarse de una existencia superficial que espera a Godot pasivamente, sin poner al sinsentido vital nada de su parte.
Havel es considerado un héroe de la transición democrática tras el régimen comunista. Su salida de prisión se produjo solo siete meses antes de convertirse en presidente de Checoslovaquia. Volvamos la mirada al ejemplo de Havel, luchemos de corazón por la esperanza, como lo hicieron y siguen haciendo tantas otras personas. Nos irá mejor. Ejemplos como el suyo apetece revisar cada tanto… ¡por pura necesidad!, y descubrir tras su firmeza humanista a quien verdaderamente anhelamos desde nuestra fe: Cristo.