En juego nuestro ser cristiano
| Gabriel Mª Otalora
¿Seguirán las reformas que impulsó Francisco? ¿Volverá el bloque más inmovilista a tomar el control de la institución eclesial? Esto no es un tema principalmente de derechas o izquierdas, y sí lo es vivir el Mensaje de Jesús en el día a día, sin dejarse llevar por la tilde de la Ley despojada de la compasión y misericordia.
El Evangelio no es una ideología que se debe encasillar en las opciones políticas de uno u otro signo. De hecho, la Buena Noticia no está contra ellas por ser ideologías, pues ambos -religión e idiología- asumen la existencia de creencias. Lo que les diferencia es lo que uno cree en el contexto meramente terrenal, y lo que no cree desde lo terrenal en lo trascendente. Si la religión se convierte en una ideología es muy fácil acabar siendo fundamentalista.
Izquierda o Derecha no es lo que absolutiza la religión, en este caso la cristiana. Desde la Revolución Francesa ha ido cambiando el significado de “izquierda” y “derecha”. Ya en el siglo XX, la izquierda ha sido totalitaria (Unión Soviética, China…), donde primaba que “demasiada gente es socialista porque odian al rico en lugar de amar al pobre” (A. S. Neil). Ahora exista otra izquierda con un signo actual más solidario, menos impositivo ni reaccionario, que es en lo que se esfuerzan en mostrarse los partidos de izquierda en la Unión Europea. En cuanto a la derecha, hay un amplio espectro de conservadores y liberales con acentos lo suficientemente dispares como para ver que no existe una única derecha, para mal o para bien.
Jesús no fue de izquierda ni de derecha, es decir, condicionado por una determinada ideología política. Insistir en lo contrario da lugar a interpretar las Escrituras de manera sesgada por opiniones personales que interpretan la realidad y la religión de parte y por encima de lo que el texto, en su contexto, está diciendo (eiségesis). Cristo no es exclusivo de nadie, es de todos y para todos, porque el Amor con mayúscula y sin exclusiones no es una opción partidista.
Hay y habrá siempre cristianos de diferentes espectros políticos. Todos podemos ver semillas y destellos de la Verdad, pero con oscuridades que cuestionan la humildad en el camino, pues de lo contrario no tendría sentido la fe, ni la esperanza, tan ligadas ambas. Por supuesto que la ideología de izquierdas como la de derechas tienen políticas que apuntan a la verdad a través de su trabajo por el bien común... cuando van en esta dirección. Pero una persona cristiana se debe a su fe desde la base del servicio y con el amor de fondo lo que le informe de cómo acercarse a la política, no es la política la que informe cómo hacer norma de fe. La experiencia nos dice que ha habido quien lo ha logrado, y no han sido pocos.
En lo que debemos unirnos los católicos en este momento crucial con el nuevo papado a la vista es la defensa del Evangelio con hechos, encarnado en quienes sufren desamor o desesperanza, o rechazar a quienes intentan socavar la Buena Noticia desde fuera y desde dentro. Las injusticias y el abuso de los más vulnerables, no importa de qué lado del espectro se perpetren, son signos para la liberación también desde el Evangelio.
Se trata de los criterios que usamos para actuar. Por ejemplo, la promoción del bien común en todas sus formas, pero sobre todo con acogida sind¡cera desde el corazón. Eso de no meterse en política apelando a la religión es una vía de escape, porque una cosa es participar de una tendencia política, y otra denunciar las injusticias o defender al débil frente al abusador. Jesús de Nazaret no tomó partido por opciones políticas, pero denunció las injusticias y se involucró en sanarlas, y por eso le asesinaron de la peor manera posible.
Francisco ha tenido que morirse para concitar la presencia de dirigentes y fieles de derechas y de izquierdas… y casi todos ponderando su esfuerzo por liderar desde el servicio, el amor y la misericordia con todos. Ha sembrado más que lo cosechado, como corresponde a cualquier misión que merezca la pena. Nadie es tan puro como para excluir al de al lado… Ahí está nuestro principal pecado en la Iglesia. Todos hemos de evolucionar para encontrarnos, y por eso Francisco ha puesto en marcha la sinodalidad. Si nos quedamos con esto, iremos bien. Espero que el nuevo Papa vaya también en esta dirección y nosotros le sigamos. Está en juego nuestro ser cristiano.