El Nuevo (des)orden mundial

El big-bang day del nuevo (des)orden mundial debe ser considerado con total exactitud el 11 de septiembre de 2001. Los casi dieciséis años que han pasado nos permiten una perspectiva suficiente para poder atribuir a aquel evento el comienzo de un nuevo orden mundial que las élites extractivas globales dieron comienzo, que venía gestándose desde el 9 de noviembre de 1989, pero que tuvo su verdadero comienzo en 1947 cuando Hayek creó la Sociedad Mont Pelerin, nombre puesto en honor al monte suizo donde, desde entonces, se reúnen. Si ponemos todos estos acontecimientos en orden obtenemos un flecha que apunta directamente al orden mundial que se está gestando y que acabará, irremediablemente, en la destrucción de la humanidad tal y como le hemos conocido en los últimos quinientos años. ¿Cuál es la necesidad de este proceso en sentido hegeliano? Lo vemos en tres pasos.

En primer lugar, cuando Hayek reúne a los más importantes economistas liberales para "liberar" al mundo del keynesianismo, lo hace guiado por altas ideales, sí, pero también financiado muy bien por las corporaciones que ven como sus beneficios van a parar en buena parte al Estado que los utiliza para inversiones públicas y gasto social con el fin de paliar los males del crakc de 1929. La idea es ir creando un nuevo consenso económico y social alrededor de la ideología liberal, lo que después sería el neoliberalismo, sobre la escuela económica de Chicago. Desde esta universidad americana y los satélites que se crearán en otras a lo largo del mundo, como la facultad de economía de la Universidad Católica de Chile, se va a extender la ideología neoliberal que tiene tres puntales de apoyo. El primero es que lo público es malo, hay que privatizar tanto como se pueda. Lo segundo es que las leyes constriñen el desarrollo económico, hay que desregular la economía y, en general, la sociedad. Sin leyes, la riqueza fluye mejor. Y tercero, hay que reducir el Estado al máximo, por tanto, es necesario eliminar el empleo público y las funciones administrativas. Este proyecto se impuso como consenso económico y social en las décadas de los sesenta y setenta, hasta que se aplicó de forma sistemática desde la década de los noventa en el mundo entero.

Una vez implantado el proyecto en los departamentos de economía de Occidente y financiadas suficientes campañas de desprestigio del proyecto keynesiano, se hacía imprescindible un segundo paso. La tasa de ganancia, a pesar de revertir parte de lo público hacia las ganancias del capital, seguía en descenso y eso solo puede compensarse con la inclusión mercantil de una parte del mundo que estaba excluida de la rapiña capitalista: el bloque soviético. Tras quince años de embestidas y una nefasta gestión económica por parte de los gobernantes soviéticos, la experiencia del Socialismo Real se hunde y varios cientos de millones de personas y una enorme cantidad de recursos naturales quedan dispuestos para la explotación capitalista. Durante diez años se integró todo el bloque soviético en la economía capitalista, mientas que China, que aprendió en cabeza ajena, inició el camino al capitalismo por sus propios medios. Ahora sí que el capitalismo tenía todo el mundo a su disposición y la forma más rápida de crear beneficios y apropiarse de todo es mediante la especulación y las burbujas de todo tipo, que se sucedieron entre 1987 y 2001. Sin embargo, los recursos dieron muestras de sus límites y los beneficios también. Con una población de 6.000 millones a comienzos del siglo XXI y una perspectiva de 10.000 millones en 2050, el mundo está determinado hacia una carestía de recursos o una destrucción de la población. Aquí llega el tercer momento.


Los Neocons estadounidenses fueron muy conscientes en su Proyecto para un Nuevo Siglo Americano de que el siglo XXI sería un siglo difícil para su hegemonía y que tendrían que hacer "lo que fuera necesario para remover los obstáculos a su imperio". Lo que fuera necesario incluye guerras, golpes de estado, asesinatos, revueltas y cualquier medio que permita a Estados Unidos asegurar su supremacía. En un mundo con recursos limitados y escasos, lo principal es asegurar esos recursos y eso solo se puede hacer de dos maneras: quitárselos a quienes los tengan e impedir que otros lo usen. Fruto de este pensamiento es la nueva estrategia diseñada en 2004, la estrategia del caos, que divide el mundo en dos zonas. Una zona es la de Estados Unidos y sus amigos, donde se podrá vivir bien y disfrutar de los recursos. Será una zona protegida y cerrada, impermeabilizando las fronteras. La otra zona es el resto del mundo, donde hay que generar un caos que permita, de un lado, la rapiña de los recursos, y del otro que las poblaciones autóctonas retrocedan en su desarrollo para que no usen esos mismos recursos. Fruto de esta estrategia se diseño el famoso "eje del mal", donde se encontraban países "gamberros" que debían modificar su política. Este eje estaba formado por Siria, Libia, Venezuela, Irán y Corea del Norte.

La destrucción de Irak marcó el camino a seguir en el resto de países. Un país relativamente estable con grandes recursos energéticos es destruido de modo que sus habitantes no utilizan esos recursos y la situación política permite la rapiña de los mismos. Es el mismo procedimiento aplicado en Libia y ahora en Siria que ha sido todo un éxito. Como podemos ver en los medios, la estrategia se está aplicando en Venezuela y parece que comienza a aplicarse en Irán, tras la intervención del brazo armado de esta estrategia del caos que es el Daesh. Mención aparte requiere África, el continente con más recursos de todo el Planeta y con una población joven incrementándose. Según podemos observar, la estrategia del caos se está aplicando por parte de Europa. Francia, Gran Bretaña, Alemania e Italia están intentando que sus intereses prevalezcan en el África subsahariana y en el sur. Cada vez son más los países al borde del caos: Yemen, Sudán, Nigeria, Níger, Chad, Mali y los que ya lo estaban de antes.

Para implementar esta estrategia del caos que permita la rapiña global y la reducción o expulsión de una parte de la población mundial, era necesario un evento traumático que dejara desarmada a la población Occidental mediante el terror. Ese evento se produjo el 11 de septiembre de 2001, un día que debe pasar a los anales de la historia de la infamia. Independientemente de que los hechos no pueden ser explicados mediante la tesis oficial, el resultado es que dio inicio a una larga época de ruptura del orden internacional anterior y de intervención directa de Estados Unidos, y, siguiéndole, de Rusia y China, en aquellos países que consideran sus fuentes de recursos. Esto, por sí mismo, debería hacer pensar a la gente que quien se beneficia de una hecho es muy probablemente su causante. Sin embargo, bastaría con mirar detenidamente los hechos para ver hacia dónde apunta la autoría. Hay dos hechos que pueden ser considerados el arma humeante del 11 S. El primero es el colapso del edificio 7 del WTC. Ese edificio no fue impactado por ningún avión y apenas sufrió unos pequeños incendios de escasa envergadura, sin embargo colapsó siete horas después de las Torres Gemelas. Si la causa oficial del colapso de las Torres Gemelas fue el impacto y el subsiguiente fuego intenso, la causa del WTC7 no puede ser la misma. El segundo hecho es que los pilares de las Torres aparecieron cortados en ángulo de 45º, cosa que no puede suceder naturalmente por el colapso y que, según el análisis, se necesitaba algo que lo cortara a altas temperaturas. La nanotermita es el candidato, pero no pudo llegar allí por casualidad. La única explicación es que alguien puso la nanotermita en los pilares para que en el momento preciso seccionara los pilares.

El impacto de los aviones fue la imagen que ocultó toda la operación. Obsesionados mirando una y otra vez esa imagen de los impactos, el público no vio lo que sucedía entre bambalinas. Y preguntas tan sensatas como las planteadas entonces por pilotos experimentados, quedaron para siempre sin respuesta: ¿cómo es posible que unos inexpertos que apenas sabía volar una avioneta pudieran impactar un avión de esas características que un piloto normal necesita 10.000 horas de vuelo? ¿Cómo se pudo modificar el plan de vuelo e introducir un nuevo plan de vuelo? ¿Por qué las grabaciones de la fuerza aérea dejan claro que los pilotos de caza pensaban que aquello era un simulacro? En fin, muchas preguntas que solo tienen una respuesta posible, pero que de plantearse en serio nos llevaría a una catarsis social global.

El nuevo (des)orden mundial es la única respuesta posible para sostener el sistema capitalista extractivista global. Es un orden que requiere la extensión del caos a cada vez más zonas del planeta. Cuando dentro de una o dos décadas el caos en África, parte de Asia y Sudamérica no sea suficiente, empezarán a caer en esa estrategia países que hoy disfrutan de un gran bienestar, pues las élites no tiene patria ni bandera, solo necesitan un isla donde disfrutar de su riqueza y un gran ejército que las proteja, y de eso siempre habrá. Al menos, hasta que ya no quede nada que merezca la pena ser denominado humanidad.
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