¡Un poco de calidad, por caridad!

Se hace extraño escuchar a los responsables (!?) de la educación de esta país, sean del gobierno central, autonómico o de donde sean, hablar de la necesidad de aumentar la calidad en la educación. No en vano, han aprobado una ley que pretende la mejora de la calidad educativa y lo hace aplicando una serie de criterios que, supuestamente, nos llevarán a un sistema educativo de calidad que mejore las competencias de los alumnos y los prepare para la sociedad del conocimiento, dentro de un mundo difícil y con menos oportunidades cada día, para así convertir "la educación en el principal instrumento de movilidad social, ayude a superar barreras económicas y sociales y genere aspiraciones y ambiciones realizables para todos". Esa es la intención, pero como nos dice el Evangelio, por sus hechos los conoceréis. Y no parece que los hechos vayan en la misma dirección que las intenciones manifestadas. Veamos algunos de esos hechos.

El Ministerio de Educación, con el sociólogo Wert a la cabeza, ha continuado con el dislate que supone que las universidades de titularidad privada no tengan que ceñirse a la nota de corte de selectividad para admitir alumnos. En las universidades públicas, para estudiar ciertas carreras como medicina, arquitectura y otras de ese calibre, es necesario tener una nota muy elevada en selectividad, lo que asegura que los futuros profesionales de esos ámbitos sean de los mejores estudiantes. Sin embargo, en las de titularidad privada puede estudiarse medicina o arquitectura disponiendo de la cantidad de dinero que permite abonar las abultadas matrículas. Mientras en la universidad pública estudias medicina si tienes un 12 en selectividad, en la privada lo haces si tienes 12 mil euros para pagar la matrícula. Este sistema permite que en el futuro tengamos titulados en medicina y otras ramas del conocimiento que pueden no ser los mejores profesionales posibles. A esto lo llaman calidad.


Este Ministerio de Educación, bajo la dirección de Wert, quiere reducir los grados, apenas implantados en España, de cuatro a tres años, 180 ECTS, con la subsiguiente merma en la formación de los graduados. Si hace unos años se redujo de cinco a cuatro la duración de los estudios, ahora se dejarán en tres. Las antiguas licenciaturas pasarán a tener el tiempo de formación de las antiguas diplomaturas. Es imposible que un alumno pueda adquirir en tres años lo que antes necesitaba cinco para obtenerse. El motivo para reducirlo a tres años, el oficial, es que hay que homologarlo con nuestro entorno, pero nuestro entorno es también Alemania que tiene las dos opciones, o Gran Bretaña que distingue entre un grado de tres y otro de cuatro, dando más valor a este último. Yo creo que el motivo es favorecer la proliferación de universidades privadas, que no necesitarán tantos recursos para vender sus títulos. A esto lo llaman calidad.

Este Ministerio de Educación, guiado por Wert, quiere reducir las exigencias para la creación de universidades privadas, dejando en ocho los títulos mínimos que debe ofrecer y en 50% la cantidad de profesores doctores. Con esta medida se pretende aumentar la oferta educativa, cuando estos mismos que lo proponen nos dijeron por activa, pasiva, perifrástica y media que sobraban universidades en España. Entendemos ahora que lo que sobran son universidades públicas, pues están alentando la creación de universidades privadas, aunque no creo que sea posible dar tan alto título a un centro que imparta ocho titulaciones con personal apenas suficientemente cualificado y explotado laboralmente. Un profesor, como es el caso en centros privados, que imparte hasta 48 ECTS, es un obrero de la docencia que no tiene tiempo de actualizarse, ni mucho menos de investigar. Y a esto lo llaman calidad.

La calidad, la verdadera calidad, no la patraña que impone el Ministerio de Educación, está en un sistema que garantiza la suficiencia docente e investigadora del profesorado, que permite a todos los que tienen las capacidades para ello, el estudio; que flexibiliza las titulaciones con el fin de adaptar el tiempo a las necesidades y no los títulos a una supuesta sociedad de movilidad, como la definen. La calidad, la única cierta calidad, es dar tiempo para que los alumnos puedan asimilar la formación y eso los hagan competentes realmente en el ámbito de estudios. Yo pido un poco de calidad, por caridad.
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