El complot del filet mignon

La deriva hacia la autodestrucción del capitalismo de amigotes, lo que los ingleses llaman crony capitalism, se acelera por momentos y nos pone ante una situación de todo o nada. Los movimientos sociales, las ONG, los partidos alternativos, andan dando bandazos en busca de algo que cambie la situación, pero nada de lo que hacen o puedan hacer cambiará el rumbo siniestro que la panda de energúmenos que nos gobierna ha prefijado. La dirección es clara y los caminos que nos conducen a ella expeditos. No hay nada ni nadie que pueda modificar ni un ápice el rumbo a no ser que se aplique un nivel de violencia tan extremo como el que ellos, los bárbaros de este club de elegidos (Rothkopf) que gobierna el mundo, llevan ejerciendo desde hace treinta años para imponer su necesidad de lucro y lujo a cualquier precio, incluso el precio de acabar con la posibilidad de tener lucro y lujo.


Algunos quedan todavía, más de los que el sentido común dictaría, que piensan que lo que sucede es un devenir inherente a la dinámica social y que los políticos, junto con algunos banqueros, con decisiones estúpidas o determinadas por la codicia, nos han llevado hasta el extremo de que las medidas de destrucción del Estado de derecho que padecemos en los países otrora enriquecidos son imprescindibles para salir del marasmo y volver de nuevo al buen camino de la ortodoxia económica, al crecimiento, la creación de empleo, la riqueza difuminada en la sociedad y el bienestar económico. ¡Pobres ilusos!, dan mucha pena, aunque personalmente casi llego a odiar su egoísmo miope que les impide ver la verdad y apoyar la verdadera salida.

Hay que decirlo otra vez, claro y alto: esta situación ha sido provocada para conseguir salir de la debacle capitalista de la tasa de ganancia. Si los economistas se dedicaran a explicar esto en clase, las facultades de economía serían los viveros de los salvadores futuros del mundo, no el plantel de los mamporreros de las élites económicas. Pero, ¡ay!, qué cosas tiene esto de los estudios, los que más claro deberían tener cómo funciona el mundo andan con los cuentos de los libros de texto, con las patrañas ideológicas de Samuelson and company, con las imposturas de los Bussines school, verdaderas escuelas de perversión moral.

Deberían enseñar en las facultades que el mundo es hoy lo que es por una cierta reunión en el Mont Pelerin, donde Hayek convocó en 1947 la cumbre para cambiar el rumbo del capitalismo keynesiano, sentando las bases de la reacción conservadora de los años 80. De ahí se crean los grandes grupos de organización del capitalismo mundial: la Comisión Trilateral, el Club de Bildelberg, el Club de Paris o el Club de Davos. En todos estos exclusivos clubes se ha organizado durante decenios el asalto a los derechos fundamentales de las personas que han costado siglos y que garantizan que el mundo es, al menos, un poco habitable. Pero la caída abrupta de la tasa de ganancia en los años 70 tras las crisis del petróleo, la entrada en una era de incertidumbre ecológica y humana, les ha llevado a acelerar la búsqueda del lucro que habían perdido con el capitalismo industrial. De ahí nace el capitalismo financiero y la obtención de enormes beneficios generando deuda. Pero todo esto no habrían podido llevarlo a término si no hubieran desmontado los Estados, garantizando para sus inversiones la máxima seguridad y controlando las decisiones mediante la compra de los elegidos por la ciudadanía para gobernar.

El último, al menos el último conocido, hito para los locos por las teorías conspiratorias, se produjo el 8 de febrero de 2010. En aquella fecha, los dueños de los fondos de inversión más importantes del mundo, con capacidad de quebrar cualquier economía, Greenlight Capìtal, SAC Capital Advisors y Soros Fund Management, entre otros, se dieron cita en el Hotel Park Avenue, 100 de la calle 13 de New York. Allí tomaron el salón privado más exclusivo de la ciudad, el Townhouse y pidieron una suculenta cena: pollo al limón, champán y el que da el nombre al complot allí urdido, el filet mignon. Todo ello regado con Montrachet y la botellita de Krug. Pues bien, de esta exquisita cena salió la idea, expuesta por Soros, de que sería rentable atacar el euro. Hay una enorme posibilidad de negocio con la especulación contra el euro.

Dicho y hecho, se pusieron manos a la obra y los resultados los tenemos a la vista. Por tanto, qué podemos hacer para impedir que nuestro gobierno nos ajuste más para pagar las deudas que solo pueden incrementarse gracias a la especulación, especulación que hemos visto está organizada y no parará hasta conseguir su objetivo. La respuesta es sencilla: nada, nada de nada. A no ser que optemos por otra vía, una que nos desligue totalmente del euro y dé un giro radical a nuestro país. Pero claro, eso, como siempre, no es realista. Lo que sí es realista es seguir pagando a esos buitres que se ponen tibios con el filet mignon y la botellita de krug.

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