El don, la lógica del ser.

Digámoslo claro desde el principio: hay que reducir nuestro nivel de producción y consumo, hay que disminuir nuestro nivel de despilfarro, hay que vivir con menos para vivir mejor. Sí, parece contradecir todo lo que se está aventando un día tras otro y que todo el mundo acaba pensando que es lo que hay que hacer: que crezca la economía, que aumente el consumo y por tanto la producción y así empezar a crear empleo. Pero no, esto ya no funciona, pertenece al mundo pretérito quebrado. Es necesario empezar a vivir como habitantes de un nuevo mundo, un mundo de austeridad verdadera, no la que nos imponen, un mundo de pobreza asumida como el único camino hacia la felicidad. Porque la felicidad no consiste en poseer más, como bien se sabe, sino en saber disfrutar lo que se posee y poderlo compartir con otros. La lógica del ser es una lógica del don.

Sólo se posee de verdad aquello que se regala y sólo podemos considerar nuestro lo que viene como regalo.


Cuando recibo un salario por mi trabajo, nada tengo de más, pues cambio una cosa por algo semejante: mi trabajo por dinero. Cuando pago una prenda que necesito para vestir, tampoco tengo nada, pues intercambio un material por otro, que en último término eran trabajo, mío o ajeno. Cuando en las bolsas se compra y se vende el tiempo de trabajo, el futuro del precio de los alimentos o una nueva medicina que curará enfermedades, nada aumenta la felicidad neta de la humanidad, porque unos pocos convierten todo eso en un algoritmo para sus inversiones y así aumentar sus emolumentos. Nadie crece como persona, nadie da nada para nadie.


Sin embargo, cuando contemplo una puesta de sol, recibo algo que de ninguna manera puedo devolver, recibo el don de aquel acontecimiento de forma gratuita. Es una gracia que hay en mi vida y que me hace mejor persona. Cuando admiro la belleza de un cuadro de Antonio López, mi espíritu crece con la obra del manchego y tanto él como yo somos mejores personas. Cuando unos padres dan la vida biológica a su hijo, aumenta el ser y el mundo es mejor cualitativamente, sin que nada ni nadie pueda exigir un devengo económico por aquello. Cuando un maestro enseña los entresijos de la redacción, los alumnos empiezan a expresar el ser que llevan y que hará crecer el mundo de las ideas y sentimientos, haciendo que todos seamos mejores humanos. Cuando nos entregamos unos a otros buscando la felicidad y el amor, todos somos mejores personas, sin que ninguna ecuación o fórmula matemática pueda contar lo que ahí sucede o convertirlo en instrumentos financieros para ganancia de algunos.

No, no hay que crecer económicamente. Nos basta y nos sobra con lo que tenemos para que todos los habitantes de la Tierra puedan tener suficiente para vivir muy bien. No hemos de citar datos para esto, es de sobra conocido. La lógica del crecimiento exponencial es la locura del capitalismo, que necesita aumentar la tasa de ganancia con el fin de reproducir los capitales constantemente en peligro, porque los capitales están muertos y sólo los hombres tienen vida. Para que la humanidad pueda sobrevivir habrá de acabar con la lógica del capitalismo, una lógica que vampiriza el espíritu humano y lo convierte en un mero reproductor de una lógica de muerte. La lógica del ser, que es la lógica de Dios, es el don, el don como entrega y amor sin medida. Esta es la lógica que todos hemos de vivir y aplicar y la lógica que gobernará el mundo futuro que está por llegar.
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