Género, ideología y perspectiva
La polarización y confusión que despierta el debate sobre el género puede ser al mismo tiempouna oportunidad: de profundización antropológica, de crecimiento en la cultura del encuentro, y deconversión pastoral
| Marta Rodríguez Directora fundadora del Instituto de la Mujer del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, ex Jefa de la sección mujer del Dicasterio Laicos, Familia y Vida e integrante de la Red Internacional de Mujeres Líderes Católicas
La cuestión del género despierta los más enconados debates en el ámbito cultural y científico. Este
terreno se presta, como tantos otros, a la polarización de las posiciones. Una de las grandes dificultades proviene del hecho de que el término «género» no es unívoco. «Sexo», «sexualidad» y «relaciones de género» también reciben usos muy distintos. El conflicto se agudiza por falta de una debida distinción entre el plano teórico y el ideológico-político (1): el debate se concentra principalmente en los aspectos éticos e incluso políticos, sin afrontar adecuadamente los presupuestos antropológicos, gnoseológicos y metafísicos que subyacen. No es extraño además un «uso ideológico» del término (tanto en sus defensores como en sus detractores), que falsea su significado tratándolo como si fuera una unidad monolítica, y enfatiza aquellos aspectos que resultan más útiles para defender una posición determinada.
La introducción del término «género» en el contexto de las Naciones Unidas produjo una reacción defensiva por parte de la Iglesia, plenamente justificada –en mi parecer– por el preciso contexto histórico en el que se dio. Se trataba de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Pequín en 1995, en la que el término género irrumpe y permea todos los documentos resultantes de la Conferencia, sin una explicación ni definición adecuadas. La actitud defensiva y crítica ha caracterizado la posición de la Iglesia con respecto a la cuestión desde 1995 hasta el inicio de la segunda década del año 2000, cuando emergen las primeras señales de un cambio de perspectiva.
Hoy se impone la necesidad de no juzgar las teorías de género como si fueran un bloque homogéneo, y de buscar tender puentes de diálogo en un ambiente cultural cada vez más polarizado. En ese sentido, considero más preciso hablar de las teorías de género que de «la» teoría, para reconocer así la variedad de presupuestos sobre los que se asientan, y la heterogeneidad de sus conclusiones. Echar todo en un mismo saco no ayuda a aclarar este tema tan complejo.
Para arrojar algo de luz sobre esta cuestión, considero también fundamental distinguir entre género e ideología de género (2). El género sería la interpretación cultural del sexo, que varía en tiempos y lugares. Esto es perfectamente lícito: la Iglesia no sostiene lo que se ha llamado «determinismo biológico», que considera que hay un único modelo estable en el tiempo de roles y funciones de hombres y mujeres3. Esta conciencia sería la perspectiva de género, que puede llevar a un sano sentido crítico ante los estereotipos que la sociedad asocia al ser hombre y al ser mujer. La ideología, por otro lado, como su nombre indica, parte de una visión reductiva de la realidad. Normalmente, las teorías ideológicas del género suelen privilegiar uno de los elementos que entran en juego en la formación de la identidad de género, poniendo entre paréntesis los otros.
La conveniencia de distinguir entre sexo y género puede darse como un dato adquirido. En la antropología cristiana, «sexo y género se pueden distinguir, pero no se pueden separar»4. Esta consideración puede enriquecer la antropología de la sexualidad, reconociendo el papel que la cultura, la psique y la libertad juegan en la formación de la identidad de la persona. No supone en absoluto negar el significado del dato corpóreo, sino integrarlo en la complejidad de elementos que caracterizan todo lo humano. Reconocer estos elementos no tiene por qué diluir el significado de la identidad y diferencia sexual, que en la conciencia cristiana permea cuerpo, psique y espíritu, y se convierte en una manifestación privilegiada de la imagen y semejanza de Dios.
La polarización y confusión que despierta el debate sobre el género puede ser al mismo tiempo
una oportunidad: de profundización antropológica, de crecimiento en la cultura del encuentro, y de
conversión pastoral.
1 Cf. R. GUERRA, «Persona, sexo y género. Los significados de la categoría «género» y el sistema «sexo/género» según Karol Wojtyła», Open Insight VII/12 (2016), 143-168., 146.
2 CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, «Distingamos: sexo, género e ideología», (2018); CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, «Varón y mujer. Para una vía del diálogo sobre la cuestión del género en la educación», (2019),6.
3 Cfr. DELEGACIÓN DE LA SANTA SEDE ANTE LAS NACIONES UNIDAS, «Declaración de interpretación del término «género» por la Santa Sede», L’Osservatore Romano, Edición semanal en lengua española 38 (1995), 2.
4 FRANCISCO, «Amoris Laetitia», (2016), 56.