¡Amigos!
Desde este horizonte, en el discurso después de la Última Cena, Jesús da un paso interesante, que viene a ratificar su enseñanza previa en el lavatorio de los pies. El se hace servidor de todos y pide que ellos, sus discípulos, también sean capaces de hacerlo viviendo el amor fraterno. Es la mejor manera de identificarse como sus seguidores.
Quien sigue a Jesús debe ser capaz de imitarlo y lavarles los pies a los demás. Es decir, hacer lo mismo que Jesús hiciera. En el fondo, ese gesto era un signo profético de lo que haría horas más tarde con su entrega generosa y radical en la Cruz. Entonces, en su enseñanza dirigida a quienes estaban con él –de la cual todos los cristianos somos herederos-, Jesús da un paso importante: No considera a los discípulos como siervos. Los eleva a la categoría de “amigos”. Los asocia a su misión y les entregará la tarea de actuar como amigos, dando la vida por los demás, al igual que Jesús lo hizo.
Hay un elemento muy interesante: es Jesús quien elige a “sus amigos”. No son ellos los que lo han elegido, es Jesús quien los ha llamado. Esto ratifica que siempre la iniciativa proviene de Dios. Jesús, elige a unos cuantos para que sean sus discípulos y los asocia a Él, para lo cual los convierte en amigos. Por eso, podrán permanecer unidos a Él, dar fruto y ser capaces de “amar como Jesús ama”.
Esta realidad propuesta en el evangelio de Juan encierra una llamada a actuar en el nombre de Jesús y a ser como Él, santos. Son amigos que participan de su acción redentora y que gozan de los beneficios de ésta: por eso pueden llegar a ser hijos de Dios. Asimismo, los elegidos para ser amigos deben asumir dos características esenciales de toda amistad: la lealtad y la fidelidad. Lealtad, porque no pueden traicionar a quien los ha elegido a ser amigos. Fidelidad a su confianza y a su amor. Para ello, deben actuar en la fe y en la esperanza, con la perseverancia que viene del amor para así dar testimonio del “amigo” que convoca y elige. Jesús es modelo de amistad: ante quien lo negó, prefirió el perdón que la exclusión y lo asoció de tal manera que le pidió fuera el pastor capaz de apacentar sus ovejas y corderos.
El mundo de hoy, como nos lo está pidiendo la Palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia, requiere de cristianos capaces de demostrar que actúan como “amigos” de Jesús. El Papa Francisco nos lo ha indicado en su reciente Exhortación GAUDETE ET EXSULTATE, sobre la santidad.
Para ser santos hemos de transfigurar al Santo por excelencia, Jesús, el señor. Y esto se puede realizar desde la experiencia del encuentro permanente con Él, desde la amistad de comunión con Él, enriquecida por la Palabra, los sacramentos y la oración, a la par que es manifestada por medio de las obras de misericordia y caridad. Quien es amigo de verdad, permanece unido al Señor y está capacitado para dar fruto abundante.