Apóstoles para los jóvenes
El lema de este año se ha elegido, sin duda, pensando en la próxima asamblea del Sínodo de los Obispos que se reunirá el próximo mes de octubre, que tiene como tema «Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional». La Iglesia, en este Sínodo, quiere reflexionar sobre cómo acompañar a los jóvenes para que reconozcan y acojan la llamada al amor y la vida en plenitud que nos propone Jesucristo. También quiere ser una oportunidad para pedir a los jóvenes que la ayuden a identificar las nuevas maneras de anunciar la persona de Jesús y el Evangelio a los jóvenes de nuestro tiempo.
Desde que llegué a Barcelona y en respuesta al objetivo de trabajar la pastoral de juventud y vocacional, hemos ido organizando unos encuentros con todos los sacerdotes de la diócesis (también con los seminaristas) que acompañan jóvenes. El pasado 7 de febrero celebramos el sexto encuentro, que reunió a unas 40 personas. El tema que nos ocupa este curso es precisamente el acompañamiento personal de los jóvenes. El encuentro comenzó escuchando los testimonios de un sacerdote de la diócesis y de uno de los obispos auxiliares sobre su experiencia de acompañante espiritual. A partir de sus palabras comenzó el diálogo por grupos, siguió la puesta en común y, finalmente, terminamos compartiendo la comida.
Los jóvenes nos dicen que necesitan a los sacerdotes. Que necesitan nuestra disponibilidad, nuestro tiempo y nuestra atención. El problema -dicen los jóvenes- es que no saben dónde encontrarnos porque la parroquia está casi siempre cerrada o bien nos ven atareados con tantas cosas que no se atreven a molestarnos.
En primer lugar, el mejor regalo que podemos hacer a los jóvenes es escucharlos sinceramente y sin prejuicios. Ahora bien, esta escucha debe ser consecuencia de nuestra relación de amistad profunda, continua y personal con Jesucristo. Necesitamos más tiempo para Jesucristo y más tiempo para el acompañamiento y la escucha personalizada. Seguramente esto requerirá una reorganización de las prioridades de nuestra agenda y una mayor colaboración de los laicos para que los sacerdotes nos podamos dedicar a lo esencial en nuestro ministerio, ya que si no lo hacemos nosotros, quedará por hacer.
En segundo lugar, quiero recordar que los jóvenes de hoy son desconfiados frente a quienes, como dicen ellos, les quieren «comer el coco». De hecho, como ya dijo Pablo VI, los jóvenes, más que los maestros, prefieren y escuchan a los testigos. Y el filósofo Henri Bergson (1859-1941) también dijo que «los santos no tienen necesidad de hablar, porque su vida ya es un testimonio.» Roguemos, pues, en este Día del Seminario, por las vocaciones sacerdotales y pidamos, sobre todo, sacerdotes santos, sacerdotes según el corazón de Cristo.
Los jóvenes nos piden principalmente veracidad y coherencia de vida. No quieren teorías ni muchas palabras, sino el testimonio de los hechos de vida. Una parroquia de Barcelona, ciudad que dicen que está tan secularizada, convoca a jóvenes universitarios a hacer 20 minutos de formación y una hora de oración todos los lunes, de 9 a 10 de la noche, en actitud de adoración silenciosa, y la asistencia supera las 300 personas… El encuentro con ellos nos permite observar la necesidad de contar con sacerdotes que sepan responder al hambre espiritual que, a pesar de todo, hay en nuestra sociedad.
En tercer lugar, os animo a rezar por nuestro Seminario y también a ayudarlo en sus necesidades materiales con vuestra contribución: la colecta que se hace hoy en todas las iglesias es para el Seminario. Encomendemos los sacerdotes actuales y futuros a san José, custodio de Jesús y de María y patrono de la Iglesia universal. Como dijo el papa Francisco en la memorable homilía de inicio de su pontificado (19/03/2013), «en los Evangelios, san José aparece como un hombre fuerte y valiente, trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario, ya que denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro y de amor».
† Cardenal Juan José Omella
Arzobispo de Barcelona