Beatificación de Pablo VI

Este domingo es un día de gran alegría para la Iglesia. El año de la canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II, y que se completa con la beatificación de otro pontífice: Pablo VI. Personalmente me hace muy feliz la noticia, pues aparte de valorar lo mucho que hizo por la Iglesia, viví en Roma la mayor parte de su pontificado (1963 a 1978) con lo que tuve muchas ocasiones de ver personalmente al Papa que culminó el concilio Vaticano II y dirigió la Iglesia en los años turbulentos del postconcilio.

Tengo muy presente en la memoria aquel viaje suyo a Tierra Santa, en un momento en que los papas no viajaban apenas, y su encuentro con el patriarca Atenágoras en la tierra de Jesús. Como ha señalado Henri de Lubac, aunque el encuentro ecuménico fue lo que mereció mayor atención, «Pablo VI fue a Jerusalén, en nombre de toda la Iglesia, a postrarse ante el Santo Sepulcro y mostrar que todos los cristianos son los fieles de Cristo. Fue para testimoniar que la Iglesia no es nada si no es la sierva de Cristo, si no refleja su Luz, si no transmite su Vida».

Puede parecer obvio, pero quienes vivimos los años postconciliares sabemos que no resultaba inútil recordarlo. La crisis social de los años sesenta, que se manifestó sobre todo en Europa, afectó también a la Iglesia, sin que faltaran quienes pretendieron fundarla de nuevo sin tener en cuenta sus pilares fundamentales.

Quienes vivieron su época recordarán también sus importantes encíclicas: la Humanae Vitae, sobre el control de la natalidad; Ecclesiam Suam, acerca de la presencia de la Iglesia en el mundo, y Populorum Progressio, que denunciaba con palabras rotundas la injusta distribución de los bienes en la humanidad.

Además del viaje a Tierra Santa, Pablo VI acudió al Congreso Eucarístico de Bombay, visitó Nueva York, Bogotá, Fátima, Ginebra y pueblos de África y Extremo Oriente. Habiendo sido secretario de Estado de Pío XII, Giovanni Battista Montini tenía una amplia cultura y conocimiento de los pueblos y las relaciones internacionales, lo que le permitió abogar por la paz en distintos escenarios y ser considerado una referencia moral del mundo.

Sin gozar de la popularidad de Juan XXIII y la posterior de Juan Pablo II, acabó la obra del primero, el Concilio, y podría decirse que preparó el futuro cuando invitó al entonces cardenal Wojtyla a predicarle un año los ejercicios espirituales que el Papa hace con la Curia.

Son pinceladas de un gran Papa cuya figura la historia no hará más que engrandecer.

† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado
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