¡Bien vestidos!

Cuando de una fiesta se trata, la gente va bien vestida. Incluso, cuando se da la invitación, se sugiere si debe ir con traje formal, oscuro, de gala, etc. En algunos sitios, se reserva el derecho de admisión para quienes no vayan adecuadamente vestidos. Es de cortesía y buenos modales. Es signo de que se conoce muy bien el “Manual de Urbanidad” de Carreño. Sin embargo, en los últimos tiempos se ha ido perdiendo la importancia de estar bien vestidos. No sólo por la moda (con sus pantalones raídos, rotos y desaliñados, así como con camisas o franelas con letreros o frases escandalosas), sino por la forma como se visita una casa o se llega a una oficina o a alguna fiesta. La misma eucaristía dominical no escapa de esto: ¡Hay que ver la forma como se visten algunos feligreses! Mientras en muchas comunidades pobres y campesinas la gente suele ir con su traje “dominguero”, en un buen número de templos se llega con vestidos de cualquier manera y se justifica ir con traje “casual”, porque no es día de trabajo. Es lamentable que se haya perdido poco a poco el buen hábito de un vestido decente.

Lo mismo nos sucede con las cosas de Dios. Jesús explica con una parábola cómo hemos de atender las invitaciones que Dios hace para participar en el banquete del reino. Muchísimos se negaron a asistir. Entonces, se salió a los cruces de caminos y a las calles para invitar al mismo banquete. La respuesta fue positiva. No había excusas. Pero, entre los invitados llegó uno que no tenía el vestido de fiesta. Fue expulsado de la sala donde se realizaba el banquete. Termina el relato el Señor con una frase lapidaria: “muchos son los llamados y pocos los escogidos”. Para poder ser elegidos cuando se es llamado hay que tener dos actitudes: una, aceptar la invitación si poner tantos reparos; la otra, llegar bien vestidos. Uno puede deducir el significado de “pocos son los elegidos” asumiendo estas dos actitudes. Los escogidos son aquellos que sí cumplen con el requisito del vestido de fiestas y, por otra parte, quienes no dudan en asistir al banquete.

Ahora bien, es fácil entender lo de la invitación, lo de algunos que la aceptan y otros que no. Es una decisión libre a la llamada de Dios. El banquete es el símbolo de la gran celebración del Reino de Dios. Si bien, se dará al final de los tiempos, no se puede dudar que ya hay formas de ir aceptando la llamada-invitación de parte de Dios. Lo referente al vestido tiene una explicación en los escritos paulinos. San Pablo invita a revestirse de Cristo. Sólo podrá ingresar en la fiesta a la cual ha sido invitado quien tenga ese vestido. Es revistiéndose del hombre nuevo –Cristo-, como podrá ser recibido y aceptado en ese banquete. Revestirse de Cristo significa identificarse con Él, seguirlo y demostrarlo con el testimonio de vida. Como nos enseña el mismo Apóstol, conlleva tener los mismos sentimientos de Jesús. Más aún, el revestirse de Cristo nos debe llevar a pensar lo mismo que pensó Pablo: “No soy yo quien vive es; Cristo quien vive en mí”.

Nuestra vida de bautizados nos lleva a ponernos siempre el vestido del hombre nuevo. Así, podremos participar en el banquete y estar en el camino de la salvación. El estar revestidos de Cristo nos permitirá estar dentro de los escogidos por Dios. Hoy, lamentablemente, sigue habiendo gente que rechaza participar en el banquete del Reino. Peor aún, existen cristianos que alguna vez, por el bautismo, fueron revestidos de Cristo y han manchado o roto el vestido nuevo de la salvación en Cristo. Y todavía más, nos encontramos con gente muy “encopetada”, que piensa que están del lado de Dios, pero no participan en sus obras y no quieren estar en el banquete.

La parábola del banquete nos permite hacer una revisión de vida. ¿Cómo está nuestra respuesta a la invitación hecha por Dios? ¿Cómo está nuestro vestido? ¿Estamos de verdad revestidos de Cristo? El discernimiento espiritual nos debe conducir a responder con sinceridad estas interrogantes. La conclusión es clara: si queremos estar dentro del grupo de los “escogidos”, no basta con ser llamados, sino mantener siempre viva y actualizada la respuesta generosa y positiva ante la invitación de Dios. ¿Estaremos bien vestidos?


+Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal.
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