Cristo, la Palabra insuperable del Padre

Este domingo celebramos la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey de todo el mundo, con la que termina el año litúrgico. Nuestro año litúrgico comienza con el Adviento y finaliza con la celebración de esta solemnidad. A lo largo del año contemplamos el misterio de la revelación de Dios en la persona de Jesucristo, que se inicia con el misterio de su Encarnación y culmina con el misterio de su Pasión, Muerte y Resurrección.

Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra que está con Dios y es Dios, es la Palabra única, perfecta e insuperable del Padre (Catecismo de la Iglesia Católica –CEC– 65). Pero también es Jesús de Nazaret, que camina por las calles de una provincia marginal del Imperio romano, que habla una lengua local, que presenta los rasgos de un pueblo, el judío, y de su cultura. Jesucristo es, por lo tanto, carne frágil y mortal, es historia y es humanidad, pero también es gloria, divinidad, misterio, es aquel que nos ha revelado al Dios que nadie ha visto nunca (cf. Mensaje al Pueblo de Dios del Sínodo de Obispos de 2008, núm. 4).

Jesucristo es la manera más perfecta que el Padre ha tenido para comunicarse con nosotros, para darnos a conocer la verdad y la salvación. «El Hijo es la Palabra definitiva del Padre» (CEC 73). Las Sagradas Escrituras contienen la Palabra de Dios y, al estar inspiradas por Dios, son realmente Palabra de Dios. En efecto, como nos recuerda el número 136 del CEC, «Dios es el autor de la Sagrada Escritura, porque inspira a sus autores humanos: actúa en ellos y a través de ellos».

«La Iglesia –dijo el Concilio Vaticano II- ha venerado siempre las divinas Escrituras, como también ha venerado el mismo cuerpo del Señor. Por eso, especialmente en la sagrada liturgia, nunca deja de tomar el pan de vida de la mesa, de alimentarse de él y de distribuirlo a los fieles, tanto el pan de la Palabra de Dios como el Cuerpo de Cristo» (Constitución sobre la revelación divina, 21).

Es necesario que nos acerquemos al texto sagrado, sea en la liturgia, sea en la lectura espiritual, tanto personal como comunitaria. Os invito a acompañar esta lectura de la Sagrada Escritura con la oración, para que haya diálogo entre Dios y el hombre, ya que, como escribió san Ambrosio: «Hablamos con Él cuando oramos, y le escuchamos cuando leemos las palabras divinas».

El año 2008, la Asamblea del Sínodo de los Obispos dedicada a estudiar el tema de «la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia», recomendó una práctica muy tradicional, frecuente en los primeros siglos del cristianismo y después practicada por los monjes en sus monasterios, que ahora, afortunadamente, se está desarrollando también en las parroquias y otras comunidades y movimientos cristianos. Me refiero a la lectio divina o lectura de la Biblia en un clima de oración para saborear interiormente la Palabra. Debemos favorecer más y más la lectura meditada, contemplada y orada de la Biblia.

Teniendo presente este objetivo, los obispos de las diócesis con sede en Cataluña hemos convocado la II Semana de la Biblia, que comienza mañana lunes día 27 de noviembre y culminará el día 3 de diciembre con el Domingo de la Palabra, siguiendo las indicaciones del papa Francisco. Ojalá la Biblia llegue a ser una compañera de viaje habitual de muchas personas. Para más información sobre los diversos actos organizados podéis entrar en: www.setmanadelabiblia.cat . Aprovecho la ocasión para animaros a participar y para agradecer todo el esfuerzo y dedicación de los organizadores.

† Cardenal Juan José Omella
Arzobispo de Barcelona
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