Derecho al trabajo

La historia de los derechos laborales de los trabajadores es larga, pero hay una fecha que suele tomarse como un hito importante, y pronto hará un siglo de ella. En 1919 se aprueba la Constitución de Weimar para la nueva República alemana. En su artículo 163 establece: «Todo alemán tiene el deber moral de emplear sus fuerzas intelectuales y físicas conforme lo exija el bien de la comunidad y sin perjuicio de su libertad personal. A todo alemán debe proporcionársele la posibilidad de ganarse el sustento mediante un trabajo productivo. Cuando no se le puedan ofrecer ocasiones adecuadas de trabajo, se atenderá a su necesario sustento.»

En ese mismo año de 1919 fue fundada la OIT (Organización Internacional del Trabajo) como parte del Tratado de Versalles que puso fin a la Primera Guerra mundial. Se partió de la consideración de que sin justicia social no habría una paz permanente. Y sirvió para una primera regulación internacional de la jornada laboral, el horario, el salario justo, la protección en caso de enfermedad o accidente laboral, la pensión de vejez y de invalidez, etc.

La Iglesia se había adelantado con la encíclica de León XIII Rerum Novarum, de 1891, y prosiguió desarrollando los conceptos del trabajo justo en posteriores documentos de otros papas, como Mater et Magistra y Laborem exercens.

En su Compendio de la Doctrina Social, la Iglesia rechaza la idea de Marx y Engels de que la justicia social pasa por la abolición de la propiedad privada, pero a la vez señala la responsabilidad pública de exigir una justa remuneración salarial que no se base solo en la ley de la oferta y la demanda, sino en la dignidad del trabajador y en la necesidad de que la compensación por su trabajo sea suficiente para mantener a su familia.

También reconoce el derecho de huelga «cuando constituye un recurso inevitable, sino necesario para obtener un beneficio proporcionado». Y al mismo tiempo que alaba el papel de los sindicatos, les advierte para que no se asimilen a partidos políticos y rechacen la lucha de clases como filosofía.

En la actual situación laboral, después de unos años de crisis, hay que reconquistar algunos derechos, luchar por la igualdad de salarios entre hombres y mujeres, y no discriminar al inmigrante ofreciéndole sueldos de hambre o jornadas excesivas, pensado que, por una cuestión de necesidad, tiene menos recursos para negarse. Recordemos una frase de Max Frish: «Se pidió mano de obra y vinieron seres humanos».



† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado
Volver arriba