Dios en la mira de algunos filósofos
El filósofo francés, Gilles Lipovetsky (1944), después de señalar que ha llegado la segunda revolución, individualista, después de la del siglo XVIII y de hablar de la muerte de las utopías y de los grupos religiosos y políticos, que orientaban la conducta, resume los pilares para construir la nueva sociedad: lo político, lo religioso, lo afectivo.
Lo político comprende los valores permanentes: libertad, democracia, derechos humanos, justicia, solidaridad…
Lo religioso, la esfera superior. La persona posmoderna necesita de lo sagrado, de la fiesta, el diálogo con la trascendencia, “el TOTALMENTE OTRO”, Dios. No puede prescindir de lo religioso, sólo que de otra forma, ni de Dios, pero de otra manera. El consumismo nos deja vacíos, no basta ni llena lo profundo del ser humano. “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está insatisfecho hasta que descanse en tí”. (San Agustín)
Lo afectivo es insustituible. Nadie puede vivir sin amar y ser amado y sin amigos.
Lo que define la comunidad humana o cristiana es el amor, pero un amor traducido en cariño, ternura, generosidad, paciencia, esperanza, alegría, que aborrece el mal procura el bien, ora sin cesar, fervoroso en el Espíritu y comparte con el necesitado (Rom. 12, 9 - 13). Como Jesús coger a los niños en brazos, ahí tenemos la clave de la actitud cristiana, cargada de ternura, amor, compasión, cariño, entrañamiento.
Zubiri nos abre otra puerta: “Los actos de acceso del hombre a Dios no son los formalmente intelectivos, sino que son aquellos actos que física y realmente nos llevan en efecto a Él, en tanto que es realidad absolutamente absoluta”.
Habermas, filósofo alemán no creyente, afirma que la filosofía termina donde empieza la teología y lo confirma con un dato de la experiencia cristiana. Si no fuese por la religión, quién cuida, atiende, acompaña a los dolientes terminales de sida, lepra…
Nicolás Castellanos